Marzo llega a su fin, y con él, también se apagan las manifestaciones masivas que año con año inundan las calles con motivo del Día Internacional de la Mujer. Como he mencionado en columnas anteriores, muchas de esas voces que se autodenominan feministas terminan por desvanecerse una vez que concluye el ciclo de marchas. Esto ocurre, en gran parte, porque detrás de estas manifestaciones no existe una agenda clara y contundente que permita transformar esas consignas en verdaderos cambios estructurales.
El activismo femenino, en muchos casos, se ha limitado a las marchas y a mensajes simbólicos que, si bien son necesarios para visibilizar las problemáticas, no se traducen en cambios efectivos si no se acompañan de propuestas concretas y bien diseñadas. La falta de una agenda clara que incida en políticas públicas limita el impacto que estos movimientos pueden tener en la sociedad.
Por ejemplo, durante el mes de marzo se habla intensamente sobre violencia de género, brecha salarial o desigualdad laboral, pero cuando llega abril, esas demandas pierden fuerza al no existir un plan estructurado que dé seguimiento a cada una de ellas.
Si queremos lograr una verdadera equidad, es necesario que el activismo femenino tenga un papel más activo en la toma de decisiones. Para ello, es indispensable que las líderes de estos movimientos:
- Construyan propuestas legislativas: Las voces del activismo deben traducirse en reformas que impacten la vida de las mujeres. Ejemplos claros son iniciativas que garanticen la equidad salarial, que castiguen de forma efectiva la violencia de género y que promuevan la inclusión de las mujeres en sectores económicos clave.
- Generen alianzas estratégicas: Es vital que el activismo se acerque a sectores empresariales, académicos y gubernamentales para diseñar políticas públicas que fomenten el empoderamiento femenino de forma integral.
- Fortalezcan la formación de liderazgos femeninos: No basta con exigir cambios, es necesario que haya mujeres capacitadas para liderar estos procesos desde espacios de toma de decisiones, ya sea en el sector público o privado.
Lograr un México más equitativo no será posible únicamente con marchas o consignas efímeras. La clave está en que esas voces que hoy se manifiestan se traduzcan en propuestas claras que permitan transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad.
El activismo femenino debe enfocarse en construir una agenda que, a través de políticas públicas con perspectiva de género, tenga un impacto directo en la vida de millones de mujeres.
El verdadero desafío es que las demandas del 8 de marzo no se apaguen con el calendario, sino que se conviertan en un llamado permanente a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Cuando las mujeres lideran, ganamos todos. 🌟