Uno se fuga de sí aún sin renacer.
Si hubiese más mundo me sentiría en casa.
Y ese jardín infantil repiquetea solo
y es cuando oídos no saben de tumbas.
Abrí ese ataúd y sentí al abuelo ido.
El templo caía y se recogía en mis hombros.
Yo la miraba luego de lejos sin expresión
diciéndome mira ven conmigo. Lloraba.
Cuando me recordé así escribía
y la tristeza alegraba la calma de la pluma
en el círculo sagrado de otra tumba
que me llevaría a perderlo todo. Solo.
Ahora se pierde a ratos el alma
y no es fácil encontrarla limpia
pues el cerco y la distancia la doblegan
y camina apenas arrastrándose famélica.
Ya me he refugiado en ella y la siento.
Es lisa y serena y es de mi estatura
aunque navega tan alto como estrella
pero tan corto como hormiga.
Volteo y dice es mi amiga y es como yo.
Tiemblo porque yo soy pecador y obsceno
y creo que ella es a mi imagen y semejanza
y es pues un alma descastada y torpe.
La siguiente vez la veré a los ojos.
Cuando lo conseguí seguía camino recto
como si la vida fuese vía directa o tren
o un seguro itinerario fortuito.
Para meterla en sosiego me la pegué.
Sigue llamándose alma pero no la conozco.
Ayer la reprendí y dejamos de vernos.
Espero verla en mi amanecer venidero.
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