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Día del abrazo: 21 de enero

Los abrazos protegen al corazón.

Este 21 de enero se celebra el Día Internacional del Abrazo que nació en 1986, pero ahora por la pandemia del coronavirus no podemos abrazar a nuestros seres queridos, amigos, familiares, sin embargo todos estamos con esa necesidad de poder sentir la piel, los latidos de corazón y los brazos cálidos de otros.

De acuerdo con la empresa de servicios de atención domiciliaria, Oximesa señala que algunos neurólogos consideran que es la cantidad mínima recomendada que necesitamos para sentirnos bien. Un buen abrazo debería durar como mínimo 20 segundos y, a ser posible, tendría que ser entre dos personas con confianza.

Asimismo, indica que existen al menos 6 beneficios de abrazarnos:

Reduce la presión sanguínea.

Fortalece las defensas.

Calma las tensiones.

Protege el corazón.

Mejora el ánimo.

Propicia el desarrollo cerebral.

En revista Única investigamos más sobre la importancia del abrazo con la naturaleza, Alberto Barbieri nos explica los beneficios de abrazar a un árbol para sentirse mejor.

Esta es la doctrina que subyace a la arboterapia o silvoterapia. De ello siempre han sido muy conscientes los koalas, que abrazan a sus queridos eucaliptos o acacias para refrescarse durante los calientes veranos de Australia. Estos animales combaten el calor poniendo la mayor superficie posible del cuerpo en contacto con el tronco, así se refrescan sin tener que sudar como los seres humanos, perder líquidos y por tanto tener que bajar a beber.

Sin embargo, la arboterapia no consiste sólo en la práctica de abrazar arboles, sino también en frecuentar bosques, práctica particularmente eficaz para aquellos que sufren de asma bronquial, bronquitis crónica, hipertensión arterial, nerviosismo e insomnio. Entra en lo que es la balneoterapia, un conjunto de terapias o tratamientos para la cura y la prevención de enfermedades a través de elementos naturales, como el agua y los fangos, utilizado durante siglos y reconocido oficialmente en 1927

Además, según varios estudios, citados en el libro de Matthew Silverstone, Blinded by Science, los niños muestran “mejoras en salud y bienestar” cuando interactúan con las plantas, logrando alcanzar una mejor función cognitiva y emocional en entornos verdes. Los árboles tendrían efectos benéficos sobre las enfermedades mentales, los trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los tiempos de reacción, la depresión o los dolores de cabeza.

La arboterapia sostiene que el aire de los bosques es beneficioso, ya que contiene grandes cantidades de iones negativos de oxígeno, que ayudan a estimular y armonizar los procesos vitales, la esfera psíquica y emocional. Las moléculas de oxígeno con exceso de carga negativa son llamadas también “vitaminas del aire” y en presencia de estos iones, el sistema inmune se refuerza, la circulación se activa y los procesos de recuperación son estimulados.

La arboterapia sostiene que el aire de los bosques es beneficioso, ya que contiene grandes cantidades de iones negativos de oxígeno, que ayudan a estimular y armonizar los procesos vitales, la esfera psíquica y emocional.

¿Dolor?¿Problemas de digestión? Escoge tu árbol.

Para realizar la terapia cada uno puede elegir el árbol que sienta más suyo, de acuerdo con los beneficios que se le atribuyen:

• El arce alivia el dolor.

• El sauce elimina del cuerpo el exceso de humedad, reduce la presión arterial y fortalece el tracto urinario.

• El olmo vigoriza el estómago.

• El abeto favorece la curación de fracturas y reduce el hinchazón.

• El espino blanco fortalece el intestino y ayuda la digestión.

• La acacia sirve para equilibrar la temperatura corporal.

• El cedro y el ciprés reducen la sensación de calor.

• La higuera purifica el corazón y elimina la humedad del cuerpo.

• El pino, considerado por la medicina china como un árbol inmortal, tiene una gran capacidad de curaci

La naturaleza, una terapia con raíces ancestrales

Los orígenes de esta terapia están vinculados a prácticas y creencias antiguas, muy presentes en el mundo celta, que atribuían funciones mágicas y religiosas a bosques y forestas, con los cuales se entraba en profunda relación espiritual. Por tanto, en la antigüedad la arboterapia ya existía y estaba relacionada con las fuerzas y energías que los hombres podían buscar y encontrar en el bosque, sin decir que en el pasado la naturaleza era la verdadera y única farmacia disponible.

El médico griego Galeno aconsejaba a sus pacientes de pasar más tiempo en los bosques de laurel. Su colega, Paulino, recomendaba a los enfermos de epilepsia de dormir a la sombra de los tilos en flor, mientras que Plinio el Viejo prohibía acostarse a la sombra de un nogal, debido a que su fuerte olor podía causar dolores de cabeza.

La Wicca, una religión naturalista.

La conexión con la naturaleza y con la tierra es un elemento común también en muchas creencias paganas modernas. La religión naturalista más extendida en el mundo es la Wicca, que muchos confunden con el ocultismo o el satanismo.

La Wicca se centra en realidad en el culto de la naturaleza, de sus ciclos y de la vida misma y no existen reglas impuestas por los dioses. Se basa principalmente en antiguos cultos chamánicos, antiguas religiones animistas y creencias druídicas, con algunas referencias a las filosofías y religiones orientales.

Para los wiccans lo divino es inmanente en el mundo natural y se resume en dos principios opuestos y complementarios: La Diosa y el Dios. La alternancia y el intercambio entre las dos fuerzas, masculina e femenina, son la base de la evolución del mundo.

La Wicca moderna nació en los años 50 por mano del inglés Gerald Gardner y se calcula que en el mundo existan al menos un millón de wiccans, sin embargo, dado el extendido prejuicio hacia la antigua brujería, muchos prefieren el anonimato y algunas estimaciones llegan a considerar unos cinco millones de adeptos repartidos por los cinco continentes.

La naturaleza y, en particular, los árboles entrelazan con los seres humanos vinculaciones muy estrechas y antiguas. Miguel Herrero Uceda, escritor y naturalista, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y autor de “El alma de los Arboles” recalca como “los arboles son los únicos seres vivos que han sido testigos de diferentes eras geológicas y de todas nuestras transformaciones”. Y es que como transmiten los nativos americanos: “Los árboles son las columnas del mundo, cuando se habrán cortado los últimos árboles, el cielo caerá sobre nosotros».

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