A ver, amiguis, es 14 de febrero y estoy en modo reflexivo (léase: medio existencialista con una taza de café y una playlist de Taylor Swift de fondo). Porque claro, hoy todo es amor, globos, flores y cursilería digna de una novela de Wattpad, pero ¿qué pasa con las que estamos en nuestros treintas y tantos, solteras y con la sensación de que el mercado del amor se ha reducido más rápido que nuestro metabolismo?
Yo me lo pregunté hace un tiempo. ¿Dónde conoce gente nueva una adulta funcional? Ya no estás en la escuela, el trabajo es un déjà vu de las mismas caras todos los días, y en los bares… bueno, la neta da flojera. Así que hice lo que cualquier persona del siglo XXI: me bajé una app de citas.
Spoiler alert: error 404, amor no encontrado
La experiencia es como un mercado de tianguis, pero con hombres en vez de frutas. Todo se ve bonito en la foto, pero cuando lo pruebas, a veces está pasado, podrido o simplemente no es lo que esperabas. Y luego viene la pregunta de rigor, la que parece sacada de un manual de atención al cliente: ¿y tú qué estás buscando?
Y ahí te das cuenta de que el match no es sólo de compatibilidad, sino de expectativas. Porque una, ilusa, cree que la pregunta es genuina, pero la realidad es que muchos ya tienen una respuesta prefabricada. Unos solo buscan “una noche divertida” (que en idioma de app significa salir de tu casa y meterte en la mía), otros están “abiertos a lo que surja” (pero si me dices que quieres algo serio, me asusto y desaparezco), y algunos ni se molestan en fingir: tienen pareja y están ahí para ver si caes en su jueguito.
¿Y qué me dicen de los estafadores emocionales? Esos que aparecen con frases como “Nunca había conocido a alguien como tú”, “Eres exactamente lo que estaba buscando”, y mi favorita: “Si todo sigue así, no sé qué haré sin ti”. ¡Por Dios! No sabes ni cómo tomo el café y ya estás listo para arrodillarte con un anillo de fantasía.
Pero aquí es donde se pone más oscuro. Porque si yo, que me jacto de tener un radar de red flags bastante decente, noto el engaño, imagínense cuántas mujeres no han caído en estas trampas. Tengo una tía que fue víctima de las estafas del amor por internet. Le vendieron el cuento del hombre exitoso y enamorado que iba a mandarle un regalo carísimo… sólo para después pedirle dinero porque “quedó atorado en aduana”. Y así como ella, hay miles de historias de mujeres que han entregado tiempo, dinero y corazón a ilusiones digitales que nunca se materializan.
Entonces, en este Día del Amor y la Amistad, me quedo pensando: ¿por qué nos sentimos tan presionadas a encontrar a alguien? ¿Por qué creemos que el amor tiene que venir en forma de un perfil con fotos de viajes a Tulum y una bio que dice “6’2, gym, dog lover, sin drama”? ¿Por qué la desesperación nos empuja a aceptar migajas de atención en lugar de exigir el respeto y la ternura que merecemos?
Tal vez la clave no esté en dejar las apps (porque admitámoslo, son entretenidas cuando no están llenas de decepción), sino en cambiar la narrativa. Dejar de buscar a alguien solo porque “ya es tiempo”, y empezar a creer que el amor, el bueno, no se encuentra por resignación, sino por elección. Y que, mientras llega, podemos estar bien con nosotras mismas.
Porque sí, el amor es bonito. Pero el amor propio es lo que nos salva de caer en trampas, de conformarnos con menos y de creer que tenemos fecha de caducidad en el romance. Así que hoy, en vez de preocuparme por quién me mandará flores, me voy a preocupar por ser la persona que yo misma elegiría todos los días que me hará sentir única.