Acoso callejero ¿Por qué afectar la libertad de las mujeres? Miles de mujeres viven este tipo de violencia en su transitar diario en los espacios públicos.
¿Los espacios públicos están limitados por género?
Se encuentra legitimado por un sistema social, económico y cultural que históricamente ha asignado a las mujeres al espacio privado y a los hombres al espacio público.
En este sentido la violencia simbólica ejercida a través del acoso supone un ejercicio de poder sobre los cuerpos de niñas y mujeres.
Cada vez que una niña o mujer es objetivada sexualmente en la vía pública, es una forma de hacerle saber que su rol sexual es estar a disposición de los hombres y que no pueden considerarse como iguales en la participación de la vida pública.
Las desigualdades y opresiones en razón de sexo, género u orientación sexual también se estudian desde la academia.
La geografía de género y la geografía feminista son ramas de estudio en las que es posible abordar un manejo analítico y categórico del espacio y así entender cómo se manifiestan en él los distintos procesos sociales, políticos, económicos y culturales, pero con una perspectiva de género.
De esta forma se puede analizar y ayudar a entender cómo se crean, reproducen y transforman los lugares donde vivimos y cómo se dan las distintas manifestaciones entre la diversidad sexo genérica en las áreas que habitamos o transitamos; cómo se ven afectadas o beneficiadas todas las personas de manera diferencial, inclusive atendiendo su grupo etario
Los especialistas precisan que históricamente los procesos socio económicos influyeron en masculinizar y feminizar espacios, pues ha sido distinto cómo se desenvolvían hombres y mujeres, cómo la fuerza física hacía diferencias en las actividades y funciones generalizadas: como que el hombre se dedicara a la caza y las mujeres a recolectar alimentos.
Con la evolución de las sociedades, dependiendo de cada cultura, han ido cambiando los roles socioeconómicos en razón de género, hasta su expresión más aguda en el modo de producción capitalista.
La geografía también permite agregar indicadores a la discusión. En este caso, el género, se suma a los criterios geográficos y a dos o más factores sociales, que definen a determinado grupo y que lo afectan o benefician.
Esto, para considerar políticas públicas que promuevan cambios que tengan verdadero significado en la vida de las personas que habitan y usan los espacios públicos.
De acuerdo a la ubicación geográfica, se tendrían que analizar quiénes son las personas más afectadas o vulnerables por zonas, para detectar patrones de comportamientos y reducir las brechas e inequidades.
Atendiendo, por ejemplo, indicadores como género, etnia, raza, discapacidad, edad, situación migratoria, grupo socioeconómico, escolaridad, actividad profesional/comercial.
Si pensamos en una mujer transexual, afrodescendiente, indígena, migrante, monolingüe, en situación de pobreza, viviendo en un espacio semirrural en Latinoamérica, podríamos decir que presenta mucha más vulnerabilidad que una mujer heterosexual, blanca, bilingüe, de clase media, en una ciudad de primer mundo; aunque no le resta la posibilidad de ser agredida en el espacio público o privado, sí se habla de diferentes niveles de riesgo para que sus derechos y libertades sean violentadas.
En nuestro mismo país, no es lo mismo cómo viven las personas atendiendo su condición sexo-genérica en espacios rurales o urbanos, si es una ciudad chica o grande, o una megalópolis como la Ciudad de México, si están en la costa o en la sierra.
En los estudios de índole feminista se ha privilegiado la utilización de la cartografía participativa, también llamada cartografía comunitaria o contracartografía, la cual permite que, a través de las tecnologías de la información, las personas que usan los distintos espacios puedan ingresar datos sobre distintas interpretaciones y percepciones.
Por ejemplo, cuándo calificamos un lugar por su atención, un restaurante por el sabor y precio de sus alimentos o aquéllos donde perciben cierto grado de seguridad o inseguridad, esto es, la participación directa de la gente local en todo el proceso cartográfico que al final refleja la experiencia colectiva del grupo de personas que lo genera.
De ahí que los mapas tomen significado para diversos análisis en perspectiva de género.
Con información de Liliana Morán Rodríguez, Ciencia UNAM-DGDC.
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