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Las mujeres en la filosofía, obstáculos

La historia de la filosofía está repleta de célebres figuras femeninas que, sin embargo, han pasado desapercibidas. Hoy platicaremos un poco de las mujeres en la filosofía.

¿Cuáles son las razones que han conducido a que los manuales tradicionales de filosofía omitan, en muchos casos, los nombres de estas importantes e irrepetibles mujeres pensadoras?

Ser y existir en un mundo construido por el varón

Como explica el profesor mexicano Marco Arturo Toscano Medina, cuando la historia de la filosofía se ha hecho cargo de la mujer «da la impresión que se ocupa de una realidad que no es completamente humana».

Si tenemos en cuenta que la filosofía responde a la universal y decisiva necesidad humana de dar solución a los grandes interrogantes de la existencia, es difícil entender cómo hay quien ha intentado hacer de esta disciplina un campo destinado exclusivamente a los hombres.

El problema es que, cada vez que las mujeres han intentado hacerse un hueco en la filosofía, han sido «condenadas a ser y existir en un mundo construido por el varón», por lo que escapar de los fuertes prejuicios arraigados en la sociedad en cuestión ha supuesto un esfuerzo en ocasiones insuperable.

Immanuel Kant, por ejemplo, inmerso de lleno en el complejo contexto de la Ilustración, declaró en una clase del curso 1790-1791 que «las mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre».

En aquella misma época, sin embargo, en la que el acceso de las mujeres a la cultura seguía sujeto casi por completo a la condición de que sus familias ostentaran un alto nivel económico, o que se decantaran por la vía religiosa de un monasterio, existían auténticas filósofas que se vieron condenadas a vivir bajo la sombra de las grandes figuras masculinas.

Una omisión histórica que ha borrado los rastros dejados por mujeres

Si viajamos por un momento hasta la actualidad descubrimos, tras la aparición de los grandes grupos feministas del siglo XX, que lo que llamamos «masculinidad» y «femineidad» no son notas esenciales de la naturaleza humana, como pensaban Kant, Rousseau o Schopenhauer, sino constructos sociales o culturales que pueden ser modificados con el esfuerzo de una sociedad.

Aquella expulsión premeditada de las mujeres del mundo de la cultura, afirma la profesora Rubí de María Gómez, «se expresa como omisión histórica que ha borrado los rastros dejados por mujeres. Afirmarse como mujer no significa dejar de ser parte de la humanidad».

Desde muy pronto, en mitos difíciles de fechar, el Sol fue identificado con el varón, junto a las características de la fuerza, la actividad y la responsabilidad, mientras que a la mujer se le adscribían notas más oscuras (Luna), como la falta de creatividad o la irracionalidad.

Filosofan activas en la política: pasar de la teoría a la práctica

Ya en el siglo XIX existieron algunas mujeres que, tras la aventura ilustrada en la que la filosofía prosiguió su recorrido eminentemente masculino, fueron conscientes de su condición y decidieron tomar parte activa en ella a través de la política y la filosofía.

Hedwig Dohm (1831-1919), que vivió cerca y conoció de primera mano la élite intelectual de Berlín, fue una de ellas.

¿Su tesis? Ya era hora de escribir menos teoría sobre las mujeres; ya era hora de que los postulados que quedaban expuestos en los libros se pusieran en práctica: lo relevante es examinar la vida cotidiana de cualquier mujer para darse cuenta de que su situación no es comparable a la de los hombres.

El período de la Ilustración no debía pasar en balde, sus principios debían aplicarse sin excepción a todos los seres humanos: el derecho a la educación solo puede ser universal, la desigualdad es producto de la diferencia existente en el proceso de socialización entre mujeres y hombres.

Solo de este modo, a través del desarrollo intelectual, pueden aquellas interesarse por la política e intervenir, así, en los temas que incumben a los miembros de cualquier sociedad.

Para ello, sin embargo, era necesario el sufragio universal. A este respecto, Dohm escribía en uno de sus tratados (La naturaleza y el derecho de las mujeres): «Exigimos el derecho al voto como nuestro derecho.

Pero, ¿por qué tengo que demostrar primero que tengo este derecho? Soy un ser humano, pienso, siento, soy ciudadana del Estado.

Y así en todos los ámbitos de la vida cotidiana las mujeres luchamos día a día contra prejuicios y demás ideas retrogradas que están muy enraizadas en la realidad actual.

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Aline Paz
Me considero una mujer librepensadora, sin ganas de convencer a nadie, pero con ánimo de cuestionar. Licenciada en Filosofía por BUAP y Maestra en Alta Dirección e Inteligencia Estratégica. En el ámbito educativo participé en diversos congresos académicos como revisora y ponente; además, colaboré con edición y artículos en revistas universitarias y empresariales. Así como en revistas independientes, culturales y de cine. En el ámbito laboral me he desempeñado en el sector público, en un área que me gusta, dependencias de asistencia social, en los tres órganos de gobierno, en temas de planeación y evaluación. En Revista Única soy miembro fundador y colaboro en las secciones de Sexualidad, Travel, Cultura, Tecnología y, con especial convicción, en temas de Feminismo.

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