Te mira y envuelve sin sentir lo grande que a lo pequeño y minúsculo contiene. Te alimenta la sensación de estar en la grandeza. Pero ¿lo pequeño?
Lo pequeño imagina, perfila y propone la utopía: en ella se mira y reconstruye su grandeza. Ahí se refugian las posibilidades apenas dibujadas en lo minúsculo. Es el potencial guardado que vigila el escenario del mundo.
Tras el bosque y su encanto corporal que manifiesta formas y estilos que saturan sentidos y reflexiones, el cúmulo y la exuberancia de volúmenes y conjunciones que desdicen la belleza para colmarla de gloria, detalles, pinceladas, corpúsculos y gotas quedan fuera de la órbita esencial.
Las hojas descubren su altar frente al altar mayor. Lo pequeño y lo abismal. Pero no entienden su acometido en su aturdimiento por lo alto, esplendoroso, contundente y firme del verde océano que respira y transpira en la soledad triste del planeta.
En su ridiculez e insignificancia vital puede hundirse como joyas o como la joya que entiende su especie entre la otrora carga de una savia que se torna sabia: de analogía curte y funde en crisol un instante y es su instante el que fulmina.
Es tierra y cielo, mundo y agua, terquedad de lo que no da vuelta para ser la vuelta. Lazo de obscenidad que se amarra a la leche noctámbula del respirar. Y produce sus desdenes que sola asimila.
Proporción que en haz y envés revela el portentoso valor de lo pequeño y reproduce lo grande en un mundo subterráneo hecho de perfiles invisibles.
La proporcionalidad que sostiene cuanto de grande vemos reflejado en nuestra mirada que se pierde en maraña esotérica.
Equilibrio que revierte de los límites su esplendor y levanta como polvo los poros insignificantes de lo que yace oculto.
Una mesura en la ménsula que quiebra y detiene el planeta y desdibuja en vínculos amaestrados por el viento sus confines.
La moderación que atrofia la perfección y eleva los pulmones del planeta en círculos que se abren como faisanes que colorean el cielo.
Armonía hilarante pero no palurda sino de abnegación divina.
De hoja en hoja un mundo y su bosque indómito se hizo inédito en el equipaje que alguna vez cargaré despacio.
Hoja y hojas y hojas que hacen hojarasca neutral que sigue el ritmo del aire desnudo que adquiere la forma del témpano que corrige la vida.
Utopía donde mis livianas hojas harán grande lo que mi vida pueril deja de lado pero reconstruye como tálamo perenne.
Mi correo es ricardocaballerodelarosa@gmail.com