Hoy comienza el desfile en el Congreso de los aspirantes a presidir la Comisión de Derechos Humanos.
Llegan, se presentan y esperan convencer a diputadas y diputados de que ellos, y sólo ellos, son el perfil ideal. Claro, entre las filas hay personajes con sus respectivas “controversias”:
Que si tienen denuncias, que si responden a intereses de ciertos grupos de poder… pero eso sí, todos muy dispuestos a ponerse la camiseta de la justicia.
Sin embargo, aquí hay algo que no se está discutiendo como debería: en un cargo que exige empatía y comprensión de los derechos de todos, una perspectiva femenina no sólo sería refrescante, sino completamente necesaria.
No es ningún secreto que venimos de una administración donde el titular fue un hombre. Mejor no hablemos mucho de los “señalamientos” que dejó tras de sí; lo cierto es que no vimos ningún gran cambio.
Y es que los derechos humanos en México han necesitado, por años, un enfoque diferente, uno que vea más allá de los procedimientos y abrace una visión de humanidad. ¿No sería ideal que esta vez el liderazgo venga de una mujer?
Ya en muchos otros cargos públicos existe una alternancia de género. Aunque en este caso no es una obligación, debería considerarse, al menos como una regla de oro: si la Comisión de Derechos Humanos tuvo un hombre, ahora debería tocarle a una mujer.
Hay perfiles femeninos sólidos, con experiencia y empatía, mujeres que han vivido y defendido los derechos humanos desde distintas trincheras. ¿Y por qué no? Es el momento de darles la oportunidad de aportar su sensibilidad y conocimiento.
Un banquillo de perfiles feministas y comprometidos
Empecemos con algunos nombres que no necesitan mucha presentación. Tenemos a Rosa Isela Sánchez Goya, una abogada conocida por ofrecer asesorías gratuitas y defender causas justas, incluso en los parques públicos.
Está Raquel Medel Valencia, una activista feminista comprometida con los derechos humanos y la diversidad sexual. Ambas ofrecen una perspectiva única y están completamente en sintonía con los retos actuales de la Comisión.
Por otro lado, está María Luisa Núñez Barojas, una madre buscadora que, tras la desaparición de su hijo, fundó la asociación Voz de los Desaparecidos ¿Qué mejor perfil que el de una madre que sabe lo que es sentir el peso de la justicia en carne propia? Ella conoce la realidad de las familias que viven con la esperanza de encontrar a sus seres queridos y entiende, más que nadie, cómo la negligencia en los derechos humanos afecta tanto a las víctimas como a sus familias.
También encontramos a la jueza Blanca Laura Olivier Palacios, quien fue perseguida por el gobierno de Luis Miguel Barbosa, y a Mónica Roldán Reyes, que en su ejercicio defendió a un hombre señalado por actos delictivos, centrándose en proteger sus derechos humanos, más allá de su culpabilidad o inocencia.
Es justamente este tipo de enfoque – uno que defiende la dignidad humana sin prejuzgar – lo que se necesita.
Humanidad en cada caso, en cada persona
¿Y por qué es tan importante la sensibilidad en estos temas? Porque los atropellos a los derechos humanos se dan en todos los niveles, y no solo con los llamados “criminales”.
Un caso reciente en Tehuacán ilustra este punto: una señora encuentra un teléfono tirado en la calle y, al intentar devolverlo, se ve atrapada en una cadena de abuso. ¿Su “delito”? El teléfono estaba relacionado con una víctima de secuestro exprés.
Las autoridades, en su “arduo” trabajo de investigación, no sólo la detuvieron sin pruebas, sino que la incomunicaron y golpearon. Todo esto, sin que se hubiera comprobado su participación en ningún crimen.
Y aquí es donde se necesita a alguien que sepa lo que es pelear por justicia, pero sin pisotear a quienes también tienen derechos, aunque sean solo sospechosos.
En un contexto donde los abusos a los derechos humanos son cada vez más visibles, la Comisión necesita una figura que entienda que la defensa de los derechos no es un trámite, sino un acto de empatía y respeto.
No estamos desmereciendo el trabajo que pueda hacer un hombre en este puesto, pero en aras de una alternancia voluntaria de género, hoy es el turno de una mujer con historias y sensibilidad que pueda transformar la Comisión y, por qué no, la vida de muchas personas.
La Chica Única