jueves, septiembre 19, 2024
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Un efecto adverso siempre deja huella en un médico, pero también lo impulsa a resolver los retos

En el Día del Médico, profesionales del HU exponen sus vicisitudes y satisfacciones.

Son las 5:30 de la mañana y la doctora Liliana Hernández Navarrete ya tiene que estar atenta para las actividades que le esperan. Su día inicia con la visita, cama por cama, a los enfermos de su servicio; verificar las instrucciones médicas y atender las indicaciones son parte de su rutina como médico residente del Hospital Universitario de Puebla (HUP).

A las 7:00 horas va a clases y una hora después asiste a las sesiones médicas donde se exponen casos clínicos particulares para que cada especialista aporte al caso. Liliana Hernández es médica titulada y actualmente cursa su cuarto año de la especialidad en Cirugía General en el HU. Su pasión es la medicina, en especial el área quirúrgica.

Tras cumplir con jornadas de 24 a 36 horas dentro del hospital, Hernández Navarrete dedica el resto del tiempo al estudio, porque asegura que no puede llegar al quirófano o a la consulta sin haber estudiado. La presión, afirma, es fuerte porque sus profesores no dan margen a los errores, pues se trata de seres humanos y una falla puede traer consecuencias indeseables. El título es, entonces, no solo una grata experiencia al ver que el paciente progresa, es al mismo tiempo una dura responsabilidad que va de la mano de la vocación.

Un evento adverso siempre deja huella

Con la experiencia que le brinda años de ejercer su profesión, además de la docencia, el doctor Eulalio Morales Palacios, director del HUP, respalda lo dicho por su alumna, la enseñanza de la Medicina conlleva un compromiso que implica desarrollar habilidades como la sensibilidad al dolor ajeno.

Al hablar de su profesión, en el marco del Día del Médico, Morales Palacios considera que la medicina es vista por muchos como una ciencia, por otros como arte e incluso como simple oficio; sin embargo, en ninguna de sus formas los médicos pueden ser ajenos al dolor y sufrimiento de los pacientes, cuando eso suceda “hay que dejarla”.

“El médico debe ser por esencia sensible al dolor. No es que esa sensibilidad nos detenga; al contrario, nos enseña a superar los errores mediante el estudio y reconociéndolos para que no vuelvan a pasar”.

Un efecto adverso siempre deja huella, puesto que un error determina la vida o muerte del paciente: “El médico tiene dos tipos de experiencias: las buenas, que son muy fugaces, por ejemplo, cuando llega un ser humano para agradecer; esas se olvidan. En cambio, cuando hay un evento adverso, un fracaso o un error médico que sucede porque somos seres humanos, el dolor y el duelo tardan mucho tiempo. Nunca se olvida”.

Ese es el caso de William A. McRoberts que, como residente, atendió un parto en el que el producto se atoró y murió; seis horas después la madre lo expulsó, pero en lugar de abandonar su carrera y no superar ese momento, McRoberts estudió los ángulos de la pelvis y las fuerzas de parto. El resultado fue una maniobra que resolvió este tipo de inconvenientes, la cual lleva su nombre y eso es lo que debe hacer un médico, enfatizó el doctor Morales Palacios, quien expresó la necesidad de investigar para evitar y resolver problemas complejos.

“La tarea es triple: asistencia, docencia e investigación. La relación de estos elementos impacta en una atención médica de calidad”.

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