La trata de personas con fines de explotación sexual es la punta de un iceberg que continente las complejas dinámicas que condicionan una vida libre de violencias, que va acompañado de la manipulación y opresión de los cuerpos.
Ixchel Yglesias González Báez, especialista del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), destacó que la trata de personas “mata de manera simbólica” a las mujeres y las relega a espirales de violencia inconmensurables.
Durante la Cátedra Ellacuría “La trata de personas con fines de explotación sexual” de la Universidad Iberoamericana Puebla, la investigadora lamentó que un sistema arcaico haya determinado y controlado la vida sexual, amorosa y social de las mujeres.
La trata de personas con fines de explotación sexual es una práctica que comienza con los tratantes, y se sostiene por el juicio de la sociedad y la omisión o deficiencias de las autoridades, destacó la especialista.
Métodos como ofertas de trabajo en momentos de crisis económica, propuestas amorosas a mujeres emocionalmente vulnerables o la promesa de solucionar deudas económicas son los más usados actualmente para empezar “el espiral de subordinación” que conducirá a un complejo fenómeno de trata.
De manera adicional, existen otros métodos agresivos como la técnica gorila, que es determinada por el secuestro de las mujeres para integrarlas a redes de trata de personas, acción que borra la identidad de las víctimas y se recurre a las drogas o el maltrato físico para someterlas.
Una vez se completó la subordinación, comienza el llamado punto de quiebre, concepto también acuñado por la catedrática. Este es el momento en el que las mujeres ya no pueden salir de las redes de trata porque se han quedado sin recursos sociales, económicos o emocionales, y dependen de este sistema para poder sobrevivir.
“Esta violencia histórica está arraigada en estructuras sociales y forma las mentalidades. Hay que ver más allá para entender qué es lo que hace que una sociedad se vuelva productora de padrotes y de mujeres prostituidas”, expresó.
Para la socióloga, es fundamental que para erradicar la trata de personas, o en su caso prevenirla, se requiere adentrarse en uno de sus epicentros, Tlaxcala, donde se ha asentado un entramado con más de 70 años de antigüedad, en que los distintos métodos, actores y variantes dan las claves necesarias para entender este delito en otros contextos.
“La principal arma de los tratantes al momento de captar mujeres es la instrumentalización del amor y la sociedad para controlar, vulnerar y limitar a las mujeres que caen en las redes de trata. Los tratantes se valen del juicio social que pesa sobre el sexo femenino, y de la confianza que existe en las relaciones de pareja para hacer dependientes a sus víctimas”, lamentó.
Por último, la investigadora llamó a dejar de incentivar la normalización de esta práctica a través de la emisión de juicios a las mujeres que se encuentran captadas en redes de explotación sexual, y que se agrava con la demanda de los clientes. “Si no hay clientes, no hay trata”, finalizó.