En otros tiempos, también la lluvia fundía cuerpos con la humedad atrapada entre ropas y abrazos. El simple contacto definía aquella filosofía de vida. Nada se resistía al fresco y humectante valor palpable. Los campos y silencios cubrían de fervor vacilante y era la belleza fulgurante la presencia complementaria. La vida en un puño. Todo en modo táctil y presente, superfluo y liso, tangible, humano. Ahí los conceptos fluían y se hacían amplios y generosos, al dar la vuelta al mundo.
Cualquiera quedaba cohibido, las venas empequeñecían y el todo era reducto de nostalgia y deseo de abrazo, seducción instantánea, acercamiento. El ser colgado a la cartografía táctil. La naturaleza callada, los poros abiertos con las palabras extendidas como una piel segunda, que grababan las imágenes de la inmediatez, del ahí.
Situaciones que albergaban bordes y planos, superficies y maquetas, geografías y distancias de la abnegada superficie humana. Todo expuesto al tacto que las manías vulgares de la vulgaridad de un tacto hecho humano.
Quizás la miseria de entonces fue tan grande como las pérdidas actuales. Tan ancha como los recuerdos extraviados entre el desear ver de nuevo esos rostros juveniles declarándose el ser joven. Cuanta distancia. La cercanía quema solo pensarla. Tomarnos bajo la lluvia. Declarar la lujuria bajo la presión vigilante. Saber que todo se abraza simultáneamente.
Ayer el contacto era real. Hoy la plástica evolución táctil nos hace tan autónomos como nuestra experiencia perdida de sociabilidad hablante. El mundo tecnológico abre solo la experiencia táctil a imágenes que se van y no quedan. La fugacidad sustituye a la presencia. Una sociedad de hilos y no de prendas.
Ser novios era la dicha del encuentro. Ser novios hoy desvirtúa la humanidad y sus intimidades por intermediación tecnológica volviéndola táctil. En otros tiempos éramos, hoy aspiramos a ser. Ese táctil cambió y ni siquiera nos dimos cuenta.
Hoy vamos entre experiencias hápticas mediadas por ese intermediario de conexiones y redes. Lejos de un ayer, pensamientos y deseos táctiles que se tornan masas en fuga, conceptos y vidas llevadas al límite volviéndose indecidibles y sin futuro. ¡La vara del prestidigitador moderno!
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