A pesar de la penumbra, un claro de bosque se parece al amor: son mediodía, columnas doradas de luz sobre esa picante hierba que es aliento de los siglos guardados. Allí, entre secretos las raíces cuecen la tierra y son versos olvidados las hojas que susurran nombres perdidos, mientras el tiempo da la vuelta al sol para deshacerse de sus tinieblas.
Como macerado polvo los bosques en sus claros hacen el amor a la Tierra y cada partícula de sus efluvios flota como suspendida mota, un latido que no cesa, las vertientes que se multiplican, las vías verdes de helechos, la corteza agrietada que recuerda caricias y cicatrices.
Al arrodillarnos en el musgo, tan peregrino como el primer bostezo, el mundo se vuelve relicario de destellos y es la jugosa eternidad el destemple de líneas traducidas al círculo de luces que avinagran sin seducir. Estamos enceguecidos y bosque y amor colapsan como tramas inmarcesibles que entrelazan los filtros del cielo, la orquesta del rayo voluntarioso, el encuentro nuevo en aquel suelo húmedo donde germinan los asombros de las semillas.
Cada bosque respira con los pulmones del amor y cada exhalación es un nido que nace y muere simultáneamente entre los dedos. El claro de boque es amor y es inescapable ternura el amor que blanquea en su ondulación sin fin. Raíces y copas se juntan en la terquedad de la escondida luz que perfora las nubes, la paciencia de la tierra que convierte la caída de las hojas en memoria fértil. Nos besamos bajo el dosel del infinito, besándose ese claro y ese amor exquisito, y nuestras savias de bocas fueron fugaces estrellas, el desplante del bosque en su virginidad y el amor como fuego antes de ser eternidad.
Al marcharnos, la claridad y el amor eran nuestros espías. No fuimos dueños de la lumbre, pero sí sus errantes guardianes. Hoy llevamos el claro en las pupilas, en la arisca memoria, en el verde del pecho, en las pantorrillas adiestradas, y ese fragmento de amor donde el bosque era eternidad ya no es un destino, es la tensional luz que nos elige, una y otra vez, para seguir ardiendo.
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