En estos tiempos se habla mucho de violencia y desigualdad. Hoy vivimos grandes contradicciones generadas por un sistema que pondera el individualismo y el capital, por encima del beneficio colectivo, esto nos ha llevado a caminar en un sin sentido y ocasionalmente no nos percatamos de que estamos siendo violentados o maltratados.
Sucede en todos los niveles, en la casa, en el trabajo, en la sociedad y también en los medios de comunicación. Como individuos puede que no estemos conscientes del nivel psicológico, subliminal e incluso físico de lo que sucede en el momento de interactuar con los demás. Cómo nos tratan, cómo nos hablan, en qué sentido y con qué fines. Analizar y ser conscientes son la clave para transformar nuestros espacios.
Es decir, para percatarnos de acciones de violencia, desigualdad e incluso discriminación, necesitamos ser responsables de nuestros propios actos y documentarnos en torno a las diferentes formas de violencia que nos aquejan como sociedad y en forma personal.
Pero yo iría un poco más allá, no basta con conocer cómo y porqué permitimos la violencia, sino la manera de defendernos.
En esta ocasión me referiré a la violencia y discriminación en el trabajo. Por ejemplo, ustedes sabían que está prohibida toda forma de maltrato, violencia y segregación de las autoridades de su centro de trabajo hacia el personal en materia de:
Apariencia física, cultura, discapacidad, idioma, sexo, género, edad, condición social, económica, de salud o jurídica, embarazo, estado civil o conyugal, religión, opiniones, origen étnico o racial, preferencias sexuales o situación migratoria.
Este es el primer punto que debemos conocer quienes estamos en favor del respeto hacia todos, mujeres y hombres. Obviamente por costumbre y traición, las mujeres hemos sufrido a lo largo de la historia en el mundo la discriminación y violencia, y paradójicamente pese al surgimiento de leyes y mecanismos para combatir este mal que nos aqueja como sociedad, continuamos viviendo altos índices de violencia contra la mujer: los cientos de asesinatos con alto grado de crueldad en todo el país son un crudo ejemplo de esto. Pero regresando al tema:
Otro aspecto en la no discriminación laboral sería el lenguaje. Algunos especialistas en el tema refieren que “el lenguaje es el elemento más influyente en la formación del pensamiento de una sociedad…mientras nuestra habla cotidiana siga haciendo invisibles a las mujeres, no conseguiremos conformar una sociedad mas equitativa”.
Y es que no se trata de hablar o poner todo en femenino, ni tampoco cambiar una o por una a y tampoco repetir, las mujeres y los hombres, sino incluir a todos, empleando pronombres.
Una reflexión más acerca de: “el uso del lenguaje que representa a las mujeres y a los hombres y que nombra sus experiencias es un lenguaje sensato: no oculta, no subordina, no excluye, no le quita la palabra a nadie”.
De hecho, comenzar por concientizarnos con estos dos aspectos puede contribuir a seguir formando y fomentando una estructura social que más allá del actuar arbitrario de las instituciones, nos permita un contrapeso, así como en otros aspectos de la vida actual, en este tema de violencia exijamos lo imposible y tratemos -desde nuestro ámbito- de transformar nuestro entorno.
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