viernes, julio 26, 2024
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Reflejos navideños: entre sazones, presiones y tradiciones

¡Hola, queridas lectoras! ¿No les parece que organizar una cena navideña es como protagonizar una película de acción, drama y comedia, todo en uno?

Cada diciembre, nos sumergimos en un torbellino de emociones, expectativas y, sí, un poco de caos delicioso. Porque, admitámoslo, las mujeres llevamos la batuta en estas festividades, pues cada diciembre terminamos manejando una carga desproporcionada de responsabilidades.


El escenario está listo: después de una jornada laboral que parece no tener fin, nos transformamos en las maestras de ceremonias de la Navidad.

Cocinar platillos que, bajo una mirada más crítica, revelan cómo el papel de la mujer sigue estando encasillado en roles tradicionales.

¿El chipotle relleno? Un plato delicioso, sí, pero también un recordatorio de las expectativas complejas que rodean nuestra habilidad para cumplir con estándares culinarios.

Y ahí no acaba, amigas. No sólo somos maestras culinarias, sino también malabaristas del tiempo. Organizar una cena navideña es un proceso por etapas, varios días dedicados a la cocina, entre compras, mezclas de ingredientes y sabores.

Pero no nos olvidemos de la presión de tener la casa resplandeciente, decorada con luces parpadeantes y adornos que reflejen la magia navideña.


¿La banda sonora? Esa se compone de villancicos y el infaltable «burrito sabanero». Porque, claro, además de ser las chef maestras, somos las DJ del ambiente festivo.


Ah, pero la presión no termina ahí. A cocinar y decorar se suma la tarea de preparar el outfit perfecto. Planchamos la camisa del marido, elegimos conjuntos adecuados para los hijos y, ¡oh sí!, también pensamos en nosotras mismas.

¿Presupuesto? Esa palabra que a veces se esfuma entre regalos y decoraciones.


Y si pensamos en las mujeres que manejan todo solas, las heroínas de la vida real, las madres solteras, la presión es aún mayor.

Estirar el aguinaldo para que todo sea perfecto, desde el banquete hasta los regalos. En estos hogares, las mujeres son las proveedoras, las gestoras, las malabaristas incansables.

Pero, ¿y la presión emocional? Porque, además de cocinar y limpiar, somos las mediadoras en jefe. Nos convertimos en arquitectas de puentes en vísperas de la Navidad, tratando de resolver conflictos familiares. Este papel, aunque a menudo invisible, es otra carga emocional que llevamos.


En fin, ser la matriarca de la familia es como estar en el escenario principal de una obra épica. Y todo esto, mis amigas, es algo que aprendimos de nuestras mamás y abuelitas.

¿Quién no recuerda a la abuelita preparando un ponche para 20 personas, una cena espectacular y luego lavando trastes con una sonrisa?


Así que, en esta temporada, desafiemos las expectativas impuestas, reconozcamos la complejidad de nuestra labor y exijamos una distribución más equitativa de las responsabilidades navideñas. No permitamos que la magia superficial oculte la necesidad de un cambio real.

La Chica Única

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