Los hombres de Estado saben que es sumamente riesgoso abrir demasiados Frentes que el aparato de gobierno no pueda administrar bien.
El presidente Andrés Manuel López Obrador piensa que encabeza una era transformadora en el país, pero el problema es que se está enfrenando a una cruda realidad: el gabinete con el que cuenta no da para tanto.
Es más: si el Estado buscara una transformación radical, rotunda, completa, o lo más integral posible, habría ya convocado a la alianza de las fuerzas progresistas del país: del mercado, la Iglesia, la empresa, la universidad y todos, pues, pero en lugar de ello se ha confrontado con todos.
Es el problema del pleito con el INE.
El presidente comete un error al enfrentarse al INE porque es la institución que legitimó su triunfo.
Es la institución que al pueblo le dijo que AMLO había ganado.
No se la debe al INE, claro está, pero es como pegarle a tu principal aliado.
Comete un error porque los gobiernos de otros países y la iniciativa privada internacional están observando señales peligrosas.
Y digamos que las instituciones del Estado le dan estabilidad a la nación, y cuando se trastocan, pues se pierde control.
Es muy peligroso además ese tipo de violencia verbal y hasta de amenazas de Félix Salgado hacia los consejeros, porque vulneran a las personas que están detrás de los cargos.
Es inaudito porque además estamos en medio de la crisis más grande de salud que ha vivido el México moderno, y parece al menos irresponsable distraer recursos y tiempo en asuntos políticos por encima de la salud, la economía y la educación.
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