La maternidad está más allá de flores el 10 de mayo de cada año y la crianza de nuevos seres. Actualmente, las madres son víctimas de diferentes violaciones a sus derechos humanos, entre ellos, la violencia, trabajando dobles jornadas en casa y empleo; y solo 33 por ciento de las viviendas están escrituradas a su nombre.
En el punto anterior coincidieron Lizet Romero Guzmán, activista y escritora; Luz Elena Langle Gómez, psicoterapeuta del Centro para el Desarrollo de la Mujer AC, y Elena Ayala Villalpando, abogada de la organización feminista Cultivando Género AC, para quienes los problemas que enfrentan las madres se originan a partir de una herencia de un conjunto de disposiciones que se han instalado en el deber ser como mujeres.
Romero Guzmán explicó que los derechos de cada ser humano terminan precisamente en la línea en que comienza un derecho ajeno, regla que es más estricta por lo que se refiere a los derechos de una madre, que necesariamente deben terminar donde los derechos de sus hijos comienzan.
La autora del libro Maternidades feministas y utopías posibles, que fue presentado en la Universidad Iberoamericana Puebla, destacó que el concepto de “madre” desde su raíz, está relacionado con lo biológico y se le ha relegado a la esfera privada.
“El rol de las madres en la sociedad no se dialoga ni se cuestiona, solo se ejecuta, a pesar de que en ello se escondan prácticas deshumanizantes y violentas, hoy normalizadas (…). Ojalá que estas palabras puedan hacerles sentido y podamos conversar colectivamente a modo de probar la problematización consciente este tema que durante años ha sido intocado por pertenecer a la esfera de lo privado”, explicó Romero Guzmán.
A pesar de las adversidades, se tienen casos de madres que tienen ejercer desde una maternidad fuera de los mandatos tradicionales en medio de un contexto ambivalente y desigual y en el que no se dan las herramientas para hacerlo.
“Las mujeres por razón de género seguimos en la búsqueda del pleno reconocimiento a nuestros derechos humanos. Tratándose de las mujeres que son madres, las violaciones se multiplican exponencialmente. Se aglutinan las desigualdades claramente frente a los varones, pero también frente a otras mujeres que no son madres, o inclusive a otras que son madres, pero que nos juzgamos”, explicó.
Por su parte, Elena Ayala Villalpando, abogada de la organización feminista Cultivando Género AC, destacó que se presenta un problema estructural que desemboca en un amplio agregado de experiencias colectivas, que el juicio y el silencio hacen creer que son individuales, lo que precariza el ejercicio de la maternidad.
Intentar ejercer la maternidad en un ambiente complejo limita el acceso pleno a los derechos de las mujeres, lo que desencadena en hogares empobrecidos, nulas oportunidades laborales con cargas extenuantes de trabajo no remunerado, violencias físicas, verbales, económicas, vicarias, y hasta mortalidad materna.
Reveló que, del año 2000 a 2020 aumentó un 33 por ciento la jefatura de mujeres en los hogares mexicanos, a pesar de que México tiene una de las menores tasas de participación económica para ellas en América Latina, y apenas 33 por ciento de las viviendas escrituradas están a nombre de una mujer.
“Estas disidencias en la maternidad, ponen el dedo en la llaga, y que al alzar la voz permiten darnos cuenta de la problemática o los obstáculos que existen todavía para que podamos ejercer las maternidades en condiciones de igualdad”, expresó.
Por su parte, Luz Elena Langle Gómez, psicoterapeuta del Centro para el Desarrollo de la Mujer AC, resalta que las mujeres que son madres viven en contradicciones constantes que afectan sus vidas y mentes.
“Estos ires y venires son parte un complejo proceso de vinculación social donde las madres se ven despersonalizadas y confrontadas constantemente. El ideal inalcanzable e inexistente de lo que las madres deben ser es una de las cargas más grandes y perjudiciales. La identidad materna se vuelve entonces el centro de sus vidas”, apuntó.