Todos hemos oído hablar del Mar Muerto, pero en realidad no es un mar, sino un lago alimentado por el río Jordán, en Oriente Medio, es uno de los destino más célebres del mundo.
¿Sabías que el Mar Muerto es uno de los destinos más impresionantes y célebres del mundo? Así es figuras históricas como Cleopatra y Herodes el Grande, hasta escritores como Mark Twain, han sido atraídos por sus encantos.
¿Qué es?
No es un mar, sino un lago alimentado por el río Jordán, en Oriente Medio. Es el punto con menor elevación en la Tierra, pues se encuentra a 420 metros, aproximadamente, por debajo del nivel del mar.
Su agua contiene 10 veces más sal que los océanos, por lo que, a excepción de ciertas bacterias y microalgas, ningún organismo puede vivir en sus profundidades. Gracias a esta densidad de minerales, cuando te sumerges en el Mar Muerto flotas sin esfuerzo.
¿Dónde está?
El Mar Muerto se encuentra entre Cisjordania, Israel y Jordania. En estos dos últimos se concentra la mayor parte de la oferta turística, con hoteles playeros para diferentes presupuestos, ubicados a orillas del lago.
¿Por qué contiene tantas sales?
No tiene ninguna salida natural hacia algún río u océano. La única manera en que el nivel de agua se mantiene estable es a partir de la evaporación causada por el sol.
El agua desaparece, pero la sal se queda ahí: contiene 35 tipos de minerales, como calcio, potasio y magnesio.
Tiene cristales.
Si te adentras al Mar Muerto con los pies descalzos, notarás que el piso está lleno de pequeños cristales de sal que te pueden lastimar fácilmente. Basta con caminar un poco por la orilla del lago para encontrar grandes depósitos de minerales, formados con miles de esferitas de cristal.
Si pudieras nadar hasta las zonas más profundas hallarías un paisaje aun más espectacular, pues existen grandes estructuras de cristal que sobresalen de la superficie.
Son un resultado de que la salinidad del lago ha aumentado porque una parte del agua dulce que lo alimenta se desvía para su aprovechamiento; esto se descubrió a finales de los años setenta y todavía es estudiado por los científicos.
¿Cómo se siente?
El agua del Mar Muerto tiene un color azul turquesa tenue, con una apariencia lechosa. Su textura es un poco aceitosa, pero algunas personas la sienten como si estuviera mezclada con jabón.
Al salir, la sensación es parecida a cuando acabas de exfoliarte la piel.
¡Cuidado con los ojos!
No metas la cara al agua: te provocará un terrible ardor en los ojos; no se te ocurra tallarlos, aunque sientas ansiedad, porque el problema se agravará y alguien más deberá ayudarte a salir.
Tampoco la pruebes, su sabor es muy desagradable y deja los labios resecos. Si tienes una herida reciente o te acabas de rasurar, ¡no querrás saber qué pasará!
Playa separada.
En la zona hotelera israelí de Ein Bolek, hay una playa pública dividida para mujeres y otra para hombres.
Esto es pensado para los judíos observantes: algunas ramas de la religión consideran que personas de ambos sexos no deben nadar juntas.
Beneficios para la salud.
Por su elevación, la región tiene un mayor nivel de oxígeno, lo cual resulta favorable para quien tiene problemas respiratorios.
Los rayos ultravioletas son filtrados, por lo que es más difícil quemarse. La creencia popular también dicta que el agua y el barro del lago, cargados con minerales y nutrientes, tienen propiedades curativas para las personas con enfermedades reumáticas o psoriasis.
Los Rollos de Qumrán.
También son conocidos como Rollos del Mar Muerto. Son un conjunto de 900 manuscritos, divididos en decenas de miles de fragmentos, que fueron descubiertos por pastores beduinos en 1947.
Entre los documentos están las copias más antiguas que se conocen de casi todos los libros del Antiguo Testamento.
Fueron escritos entre los siglos III y I a.C., se encontraban ocultos en las Cuevas de Qumrán a orillas del Mar Muerto, en el territorio que hoy pertenece a Cisjordania.
Su importancia radica en que ayudan a tener un mayor entendimiento de la Biblia, así como de la historia del judaísmo y el cristianismo, de acuerdo con la Smithsonian Magazine.
Con información de Selecciones Reader’s Digest