Una prenda característica de las mujeres revolucionarias mexicanas es, por supuesto, el rebozo; este artículo presente desde hace varias décadas como un textil para cubrir el cuerpo ha cobrado fuerza de la mano de prestigiados diseñadores. El colorido pañuelo goza de un increíble pasado histórico construido por los sucesos de cada época y el desarrollo de la moda en México.

El rebozo de colores brillantes, flecos y aplicaciones integra la iconografía nacional y resulta una prenda que destaca en el guardarropa de toda mujer mexicana. Sus orígenes, aunque no completamente certeros, se remontan a ser pariente de la mantilla española, traída a México con la llegada de los colonizadores. Sin embargo, no se sabe si pudiera ser un derivado de una prenda hindú o incluso la evolución del ayate indígena modificado con materiales importados por los conquistadores. Su nombre significa «el acto de cubrir o protegerse a sí mismo», pero se sabe que la prenda era conocida por los aztecas como «ciau nequealtlapacholoni».

Las crónicas y observaciones del México prehispánico, realizadas por los frailes, no mencionan ninguna descripción parecida de esta prenda; pero más tarde, en el siglo XVIII, se le reseñaba como esencial en la vestimenta de toda mujer sin importar el estatus o grupo social al que pertenecían. La forma de portarlo podía ser atado, en la cabeza, o alrededor del cuerpo.
El diseño predominante siempre fue rayado con dibujos de ikat, la antigua técnica que emplea el tinte de reserva, y bordados. Las clases sociales bajas los usaban de algodón, mientras que las altas los portaban de seda y bordados con hilos de metales finos. Para el Segundo Imperio de México, la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano, se enamoró del rebozo. Al término del siglo XIX la prenda se volvió pieza importante del arte decorativo mexicano y de las formas de vestir.
Fue durante la Revolución Mexicana, en 1910, cuando las mujeres llamadas ‘Adelitas’ vestían los rebozos en los que ocultaban las armas para pasarlas a los hombres. Este hecho le dio fama internacional a la prenda como símbolo de la rebeldía de las mujeres mexicanas.

Más tarde, Frida Kahlo haría popular la prenda con su particular modo de vestir, coronada por un tocado de flores y envuelta siempre en un rebozo liso de vivos colores. Mismo estilo que la cantante oaxaqueña Lila Downs ha imitado.

Su uso se extiende principalmente entre los grupos indígenas que lo emplean para lo que fue concebido; otros usos son cargar a los niños, flores u objetos que estos ponen a la venta. Los rebozos son de varios colores o con patrones, algunos llevan triángulos, estrellas y se tiñen de manera natural con frutos o plantas. Los clásicos son los elaborados de seda, articela y algodón con el toque personal del ikat. Cada región determina el color, tamaño y material; en algunas zonas combinan técnicas y materiales e incluso añaden lentejuelas y cuentas que convierten a la prenda en una artesanía.

En la actualidad, el rebozo es una pieza importante en el vestido nacional e integra algunos de los trajes típicos mexicanos. La reinterpretación del rebozo sucede con prendas como la chalina, la bufanda o el chal. Estados como Michoacán, Oaxaca y San Luis Potosí son reconocidos fabricantes del rebozo y su trabajo es valorado por la técnica y la calidad en la prenda tradicional.
En el mes de junio de 2014 se celebraró una exposición sobre los usos del rebozo y su historia en el London’s Fashion and Textile Museum, un edificio diseñado por el arquitecto mexicano Ricardo Legorreta. La muestra retomó la importancia cultural de la prenda y exhibirá la colección del diplomático belga Robert Everts, quien trabajó en México entre 1902 y 1906. De igual forma se hizo un recorrido por el trabajo de diseñadores mexicanos e internacionales quienes se han enfocado en personalizar el rebozo desde miradas diferentes.
Fuente: Cultura Colectiva