Por su diversidad vegetal, México se ubica entre los cinco países con mayor número de especies de plantas vasculares. Se calcula que entre 50 y 60 por ciento son endémicas. No obstante, la extinción es un tema latente, ya que en dos siglos y medio han desaparecido 600 plantas. Especies del género Beaucarnea, conocidas comúnmente como pata de elefante, podrían sumarse a la lista.
Dada esta situación, el Herbario y Jardín Botánico Universitario de la BUAP realiza acciones encaminadas al rescate y conservación de árboles endémicos de la entidad poblana, considerados en peligro de extinción, entre ellos Pseudosmodingium barkleyi, Beaucarnea olsonii, Fouquieria leonilae y Guaiacum coulteri; además de diferentes especies de Quercus y Agaves.
Se trata de un trabajo interdisciplinario de sus investigadores. Como primer paso, el curador enlista las especies en peligro, después se efectúa una salida de campo para recolectar las semillas, las cuales se trasladan a la unidad de propagación, donde se determina si requieren mayores cuidados. De ser así, en el laboratorio se someten a la técnica de cultivo de tejidos, o bien se emplean otros métodos de conservación de germoplasma, como el banco de semillas, mediante la criopreservación. En el caso de las plántulas obtenidas por cultivo de tejidos, estas pasan a un invernadero para su crecimiento.
La doctora Maricela Rodríguez Acosta, directora del Jardín Botánico Universitario (JBU-BUAP), detalló que este proyecto de conservación de especies arbóreas inició en 2018, en colaboración con Botanical Gardens Conservation International (BGCI). “De 16 especies se logró tener en cultivo a ocho, porque estas son muy difíciles de localizar y se desconoce su fenología”.
La concepción
Por su limitada distribución y dificultad de acceso, los métodos de propagación tradicionales no son suficientes en las especies amenazadas, por ello en el Laboratorio de Cultivo de Tejidos se realiza la germinación y propagación de las plantas mediante el cultivo de sus tejidos. “Ahora no solo utilizamos las técnicas tradicionales de propagación por semilla o esquejes, sino que garantizamos la propagación del material disponible por métodos in vitro, para que una vez que crezcan sean plantadas in situ y ex situ”, comentó Rodríguez Acosta.
Paulina Morales Sandoval, responsable de este laboratorio, indicó que de manera previa se realiza un protocolo sobre el proceso de desinfección y necesidades nutrimentales para crecer de cada semilla.
Posteriormente, en el fondo de un frasco de vidrio se coloca la semilla y el medio de cultivo con los nutrientes necesarios para germinar y desarrollarse como plántula: macro y micronutrientes, vitaminas, fuentes de carbono, agua y agar (una mezcla de polisacáridos que dará una consistencia sólida y de soporte).
Más tarde, el frasco es sellado herméticamente, por lo que estará libre de cualquier microorganismo o contaminante. Estos recipientes son colocados en una cámara de incubación con condiciones controladas de temperatura, humedad y fotoperiodos de luz para asemejar el día y la noche.
“Eso hace que además de los nutrientes colocados en el frasco, la planta se desarrolle de manera óptima. Las condiciones que nosotros manejamos son parecidas a las regiones de origen de la especie en cuestión”, expuso la especialista.
Después de un lento crecimiento, podrán apreciarse las plántulas, tiernas y jóvenes que se estiran, como queriendo quitar el sello y salir del frasco.
Morales Sandoval aseguró que mediante esta técnica de cultivo in vitro, las especies comenzaron a germinar y crecer de manera óptima. “Los medios de cultivo usados aceleran el tiempo de crecimiento de la planta, en comparación con métodos convenciones, como el sustrato (tierra)”.
Sus primeros pasos
En aproximadamente mes y medio, dependiendo del tipo de especie, los retoños están listos para salir de la incubadora. Una vez que la plántula tiene un crecimiento adecuado, con buen desarrollo de raíz y parte aérea, empieza el proceso de adaptación. Es momento de desprenderse del medio de cultivo y obtener los nutrientes del ambiente.
Para su adaptación, Paulina Morales Sandoval, maestra en Ciencias por la BUAP, explicó que el ejemplar se coloca en un frasco con sustrato y este se sella completamente, poco a poco se destapa para que se aclimate al medio ambiente. Este proceso se realiza de dos a tres meses.
En ocasiones estos seres vivos se estresan por no tener las condiciones óptimas de desarrollo y llegan a morir, a ello se suma la contaminación por hongos y bacterias. “Esta etapa, hasta cierto punto, es la más delicada y difícil. Por ello, tratamos de dar un seguimiento adecuado para evitar pérdidas”, añadió.
De acuerdo con Morales Sandoval este seguimiento consiste en revisión de humedad, proporcionar agua y fertilizante, observar la presencia de algún tipo de contaminación y erradicarla. Ya adaptadas, las plantas pasan al invernadero y se quedan allí en resguardo.
En un par de años algunos ejemplares estarán listos para ser sembrados en el JBU, mientras que otros pudieran repoblar sus regiones de origen. Los resultados de este proyecto se plasmarán en un protocolo del procedimiento de propagación de dichas especies, el cual se dará a conocer a las instituciones especializadas e interesadas en trabajar con este tipo de plantas.