Resulta interesante observar cómo se tejen las narrativas en torno al dinero y el género. Durante años hemos escuchado que las mujeres gastamos más, un estereotipo que merece ser observado con mayor detenimiento y, sobre todo, con equilibrio.
Es cierto que existen gastos que forman parte de la vida de muchas mujeres -el cuidado personal, la estética, el vestuario- que responden no solo a preferencias personales, sino también a expectativas sociales. Sin embargo, reducir nuestra relación con el dinero a estos conceptos sería perder de vista el panorama completo.
Las estadísticas revelan datos interesantes: los hombres en México muestran una mayor tendencia al ahorro, con un 16% más que las mujeres. Los datos de Asociación Mexicana de Administradoras de Fondos para el Retiro (Amafore) indican que más de la mitad de los hombres ahorra, y de ellos, un 40% piensa en su retiro. En comparación, menos de la mitad de las mujeres ahorra, y sólo el 28% lo hace pensando en su futuro.
Pero estas cifras adquieren otro matiz cuando consideramos el contexto. La diferencia en la participación económica -donde el 61.8% son hombres frente al 38.2% de mujeres– y las brechas salariales existentes invitan a reflexionar: ¿realmente se está comparando realidades equivalentes?
Quizá lo más valioso que se puede rescatar es que, según instituciones como la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), las mujeres han demostrado ser administradoras cuidadosas del dinero, con una notable responsabilidad crediticia. Esta cualidad se manifiesta en que, aunque tengan menos ingresos, ellas tienden a ser más cautelosas y a priorizar objetivos a largo plazo.
En lugar de enfocarnos en quién gasta más o quién ahorra menos, valdría la pena celebrar que cada vez hay mayor conciencia financiera entre las mujeres. El camino no está en juzgar los gastos en bienestar personal, sino en reconocer que el verdadero empoderamiento viene de encontrar un balance entre el cuidado presente y la seguridad futura.
Al final, se trata de construir una relación sana con el dinero -ya sea como hombres o como mujeres- donde el ahorro y el gasto consciente convivan en armonía, debe entenderse que las circunstancias de cada quien son únicas, y que la educación financiera es el mejor aliado para el bienestar de todos.













