Por La Chica Única
A ver, vamos a lo incómodo desde el inicio: ¿hablar de una agresión contra una mujer en redes es revictimizarla? ¿O callar y hacer como que no pasó nada la protege más? Es una línea finísima. Y si estás esperando una respuesta absoluta, lamento decepcionarte, porque como en todo lo que importa, depende. Pero si hay algo que sí te puedo decir, es esto: cuando se alza más la voz del agresor que la del problema que lo origina, ahí sí, mi ciela, estás revictimizando.
Y justo eso fue lo que pasó este fin de semana con Gaby “la Bonita” Sánchez. Una cuenta anónima (un bot cobarde, para no perder la costumbre), lanzó un ataque horrible, ofensivo, y claramente machista contra ella. ¿El contenido? Irrelevante reproducirlo, y esa es justo la clave: ¿para qué amplificar lo que nunca debió existir?
Mucha gente —con buena intención, sí, no lo niego— salió a defenderla. Pero en el proceso, compartieron textualmente el insulto, el tuit, el pantallazo, el golpe. Y eso, aunque venga con la mejor de las intenciones, es volver a ponerla en la misma escena de la agresión una y otra vez. Es decirle: “te apoyo, pero primero deja te recuerdo exactamente qué te dijeron”.
Y sé que no fue por mala fe. Nos gana el coraje. Nos gana el impulso. Queremos denunciar, visibilizar, detener. Pero a veces, en ese frenesí por exhibir al agresor, le damos foco, likes, alcance y hasta nuevos seguidores. Lo posicionamos como “la voz crítica incómoda” (por favor) y le hacemos el favor de su vida: hacerlo relevante.
¿Entonces no hablamos? No, claro que hablamos. Pero hablemos del contexto, del patrón, del sistema que permite estas violencias. Hablemos del hecho de que a las mujeres en el poder se les mide diferente. Hablemos de cómo el anonimato se vuelve escudo para los que quieren destruir sin mostrar cara. Y hablemos también de que Gaby no solo es una funcionaria pública: es una mujer trabajadora, admirada por su equipo, cercana, humana.
Así que sí: hablar del tema suma. Reproducir la agresión resta. Defender sin repetir el golpe multiplica. Y quedarnos calladas divide.
Como siempre, la clave está en desde dónde hablamos y para qué. Porque visibilizar la violencia es una herramienta de lucha, pero no es útil si en el proceso seguimos hiriendo.