El Banco de México es un actor fundamental en el sostenimiento de las condiciones de crecimiento del país. En los últimos meses, atendiendo a este objetivo, ha ido bajando las tasa de interés. La última vez fue el 6 de noviembre de 2025, reduciéndola en 25 puntos base para llegar a 7.25%. Esta fue la séptima vez que se acortó la tasa en 2025 y la tercera consecutiva en 25 puntos base, a fin de apoyar la convergencia de la inflación hacia su meta.
En las minutas de la Junta de Gobierno de Banxico acerca de esta decisión, publicadas recientemente, reflejan que la mayoría de sus miembros coincidieron en que la debilidad de la economía mexicana está incidiendo a la baja sobre la inflación, que se ubicó en 3.57% interanual en octubre. También señala que Banxico valorará más recortes en próximas reuniones, siempre que las condiciones permitan sostener la convergencia hacia la meta de 3% de inflación.
En la práctica esto se traduce en una lectura claramente acomodaticia pero cautelosa. Banxico documenta en las actas que la tasa objetivo bajó a 7.25% (medida por la decisión del 6 de noviembre) y que la mayoría de los miembros considera que la debilidad del PIB es un factor que reduce riesgos al alza sobre los precios, aunque enfatizan la necesidad de vigilar choques en precios de mercancías y en costos laborales que podrían frenar esa convergencia. La Junta reitera que las acciones futuras serán “congruentes” con la trayectoria que lleve la inflación a la meta.
Al cierre de este 2025 se observan contrastes. Mientras los mercados y encuestas privadas vienen ajustando a la baja el crecimiento esperado para 2025 (con pronósticos en torno al 0.5%–0.6%), Banxico ha venido revisando ligeramente al alza su estimación para 2025 y 2026 respecto a reportes previos, aunque manteniendo cifras moderadas —el intervalo para 2026 sigue siendo acotado (alrededor de 1.0–1.9% en distintos ejercicios). Esa combinación —bajo crecimiento y una inflación que disminuye de manera paulatina— explica por qué la institución opta por recortes, pero con comunicación prudente para no comprometer anclas inflacionarias.
El perfil para 2026 prioriza crecimiento lento, inflación controlada, cautela en deuda y tasas a la baja. Respecto al crecimiento, el escenario central es de recuperación moderada en 2026 (en un rango alrededor de 1.0–1.8%), pero sujeto a riesgos a la baja si la inversión privada no gana tracción. En cuanto a la inflación, se mantiene la expectativa de una convergencia gradual hacia 3% en 2026, con seguimiento de posibles choques en alimentos y servicios laborales que podrían retrasarla. Banxico seguiría ajustando la tasa según datos observados.
Con respecto a la deuda pública, las implicaciones sobre esta dependerán más de la política fiscal y la recaudación del Gobierno que de la política monetaria directa. Las tasas de interés irían hacia más recortes, pero con menor magnitud y bajo condiciones en las cuales Banxico actuará “gradualmente” para no perder credibilidad, lo que sugiere que la tasa terminal en 2026 dependerá de la confirmación de la desinflación subyacente.
En suma, en esta coyuntura al cierre del ejercicio las minutas del 20 de noviembre dibujan un Banxico que reduce el ritmo del ajuste monetario pero que se mantiene prudente: reconoce la ayuda que da la desaceleración del PIB a la inflación, pero condiciona recortes posteriores a la evidencia clara de convergencia hacia 3% y a la ausencia de nuevos choques.
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