Por Eliana Sánchez Cruz
En los últimos años el empoderamiento femenino ha venido al alza, cada vez es más frecuente encontrar mujeres ocupando posiciones que tradicionalmente eran dominadas por hombres. Sin embargo, detrás de ello hay una historia de lucha constante por conquistar la equidad y erradicar la discriminación en contra de las mujeres por razones de género.
Si miramos hacia atrás, hace apenas unas décadas, el papel que jugaba la mujer en la sociedad, era desde sus casas, encargadas de la educación de sus hijos, la administración del hogar y el acompañamiento, siempre atrás y nunca a lado, del esposo.
Eran muy pocas las mujeres que se atrevían a participar activamente en la vida económica y social, y aún más, que fueran tomadas en serio, más allá del eterno papel de ‘adorno’ en cualquier espacio público.
Ahora, poco a poco las mujeres se han hecho un espacio en la vida pública de cualquier país, el quedarse en casa es solo una opción más (y una responsabilidad delegada por naturaleza); incluso, para muchas mujeres, sigue siendo una vocación, la cual es admirable, pues en buena medida el papel de la mujer en la familia es fundamental, pero ese es otro tema para profundizar en otra ocasión.
Pese a la apuesta por las grandes empresas a que las mujeres lideren equipos de trabajo, todavía sigue siendo estigmatizado, lo que lo convierte en un desafío.
Pareciera que tenemos que demostrar a toda costa que somos capaces de hacerlo, sobre todo cuando la mayoría de los equipos son formados por hombres.
Por un lado, tenemos que ganarnos su respeto, y por el otro, mitigar la idea de que hemos llegado ahí gracias a favores sexuales.
Aun cuando las mujeres contamos con la misma preparación para asumir puestos de gran responsabilidad dentro de las organizaciones, la realidad a la que muchas nos enfrentamos es que, para llegar a la cima, cuesta el doble. Y esto muchas veces se relaciona con que nos convertimos en nuestras propias enemigas, cometemos autosabotaje.
El primer obstáculo es dar por hecho que los puestos de mandos medios y directivos son solo para hombres, no nos vemos ahí, en el máximo peldaño de la organización, provocando que nos vean pequeñas con responsabilidades del mismo tamaño.
Está comprobado por la Organización Internacional del Trabajo que las organizaciones que cuentan entre sus filas con mujeres ocupando puestos directivos son más innovadoras y creativas, sin embargo, seguimos siendo una minoría, sin dejar de mencionar la diferencia de sueldos entre hombres y mujeres, aunque parezca increíble, seguimos percibiendo menos ingresos que un hombre por realizar el mismo trabajo.
El año pasado la red LinkedIn realizó un estudio para analizar el estado actual del liderazgo femenino en las organizaciones en México, el cual arrojó datos interesantes:
- únicamente el 17% de CEOs son mujeres,
- 4 de 10 mujeres se encuentran en posiciones directivas,
- el 67% de las posiciones de mandos medios corresponden a hombres,
- el 50% de los reclutadores de RRHH reconoce que la mayoría de los candidatos recomendados son hombres.
Asimismo, el 84% de los reclutadores mencionaron que la falta de conocimiento sobre cómo impulsar el liderazgo femenino en los procesos, así como una cultura corporativa retrógrada impiden la paridad de género en las empresas.
Por otra parte, 7 de cada 10 mujeres consideran que su aspecto físico ha sido crucial para posicionarse profesionalmente, y por si esto no fuera poco, la falta de empatía y flexibilidad respecto a la vida personal también ha repercutido, el 52% de las mujeres declararon que durante las entrevistas de trabajo les han preguntado sobre si son madres o tienen planes de serlo, mientras que 50% de las mujeres se ven forzadas a dejar su trabajo temporalmente cuando esto ocurre.
La diversidad de género e inclusión, depende en buena medida de que las y los líderes de las empresas enfoquen sus esfuerzos en procurar una cultura organizacional donde la equidad permee en todos los peldaños de la organización.
Quizá al principio deba forzarse, es decir, muchas empresas están apostando a que en sus procesos de reclutamiento concurse al menos una mujer.
Muchos lo encontrarán injusto y hasta hostil, sin embargo, es un buen comienzo para erradicar la inequidad.
Asimismo, es importante la creación de programas que motiven a las mujeres a empoderarse con capacitación constante y actividades que las inviten a explotar su potencial, casos de mujeres inspirando otras mujeres y prioizar la flexibilidad para permtir a las mujeres realizar una vida personal plena; así como propiciar el respeto entre colaboradores, evitar la discriminación, incluso desde el lenguaje, y apartar la idea de que hay profesiones y áreas solo para hombres.
La lucha por la equidad está muy lejos de terminar, pero depende de nostras seguir sumando esfuerzos e incentivar la participación masculina, porque no se trata de una guerra, sino de que rompamos barreras y luchemos juntos por un mundo más equitativo donde hombres y mujeres compartamos el poder en armonía para crecimiento y desarrollo no solo de las organizaciones, sino de un país y del mundo entero.
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