La memoria es como los maridos: infiel; los recuerdos, como la vida, intermitentes. Con esta aclaración Cristina Aguirre Beltrán habla de aquellos días de 1961, en los que jóvenes imbuidos del espíritu liberal de la época y su simpatía por la Revolución cubana iniciaron un movimiento que culminaría, casi tres años más tarde, con la aprobación de una nueva Ley Orgánica que le otorgó a la Universidad Autónoma de Puebla plena autonomía para organizar su propio gobierno.
Para entonces Cristina Aguirre, hoy jubilada de la BUAP, estudiaba en la Preparatoria Nocturna ubicada en el edificio Carolino, donde además trabajaba en el área de Control de Inventarios, entre 1961 y hasta su matrimonio en 1963.
Además de su curiosidad –“¡Ya vienen los Fúas!, se escuchaba cuando ellos venían y apedreaban el Carolino y yo me salía a espiar. Mi papá, Gabriel Aguirre Carrasco, me regañaba, pero por acá él se distraía, yo me salía”-, las ideas de izquierda que reinaban en la casa paterna, sembraron en la joven la semilla para participar del lado de los estudiantes liberales.
¿Qué cuál era mi participación? La verdad yo era de la bola, yo era de la camada de Julieta Glockner, ella no era mi compañera, pero era de esa camada; ella era muy valiente, yo no. ¡Ay, ya me emocioné, yo me emociono mucho cuando hablo de Julieta! -Ríe.
Su padre, expresa, “era un hombre muy miedoso, pero muy serio en sus convicciones. Él era el jefe de Control de Inventarios en la Universidad, entonces había una universidad ambulante porque los Fúas se la llevaban a la 5 Poniente; mi papá no se fue, se quedó en el Carolino. Tuvimos ese ejemplo”.
Y aclara: “Entonces no éramos comunistas, mienten quienes dicen que los comunistas hicieron este movimiento, éramos liberales, juaristas, y entre nosotros ¡también había priistas!, allí estaba Melitón Morales, que era estudiante de Derecho”.
Recuerda que la casa paterna despertó un día con esta leyenda: “Aquí vive un comunista”. “Por temor a que nos ocurriera algo, mi papá nos llevó a un hotel. Vivíamos junto a una iglesia. Nosotros somos once, todos de izquierda, sin ser militantes”.
La manifestación del 17 de abril de 1961, en el zócalo de la ciudad de Puebla, y más tarde frente al Sol de Puebla, fue impulsada por simpatizantes de la Revolución cubana. Cristina Aguirre no estaba exenta de este sentimiento.
«Yo era una chavita que admiraba a Castro. Había una revista cubana, Vanidades, y allí recuerdo que se decía que había un cristo levantado en la Sierra Maestra: esa era mi fantasía, ese hombre, Fidel, que andaba ahí».
Al triunfo de la Revolución cubana, refiere, el entonces presidente Adolfo López Mateos no rompió relaciones diplomáticas con Cuba, “y la reacción en Puebla, conservadores y clericales, se enfureció. Ellos salían del Benavente. Nosotros apoyábamos al presidente”.
-¿Cómo eran aquellas manifestaciones y marchas de los universitarios liberales?
-Eran muy bonitas porque iba la gente, los padres de familia, los ciudadanos…Ahí vienen los Fúas, decían, y medio me acuerdo, de una camioneta unos hombres les daban palos, decían que eran curas, eso decían, yo no lo sé.
-¿Cuál es la diferencia entre la mujer de esos años 60 del siglo pasado y la de este siglo XXI?
-Del cielo a la Tierra. En mi familia fuimos primero tres mujeres y después tres hombres y mi mamá, según muy feminista, pero primero atendía a los hombres.
-¿Como mujer, cómo se recuerda en ese movimiento estudiantil de 1961?
-Yo era temerosa, no era valiente -como Julieta- o documentada para ir a los mítines; yo era de preparatoria, así eran todas, como yo, nos casábamos muy jóvenes, era una época de sometimiento…Cuando me casé me fui de Puebla, en 1963, y cuando regresé sola, ya no fui igual.
De aquel 25 de abril, cuando en una protesta estudiantil se impuso el grito: “¡Al Benavente, al Benavente!”, y los estudiantes rodean el edificio y lo apedrean, Cristina Aguirre no asistió: “Yo no era valiente, no quería que me pegaran, porque era muy feo eso, salíamos corriendo, los Fúas venían a pegar, pero también los Carolinos…” Al día siguiente su curiosidad la condujo al sitio: “Todo el edificio estaba lleno de ladrillos y vidrios rotos”.
“Mi oficina estaba enfrente de rectoría, un día gritaron que venían los Fúas y salí a espiar: allí estaba Julieta, armada con el palo de una silla para enfrentarseles. Ella sí que era valiente, por eso cuando murió me impactó.
Todos, expresa, “éramos chamacos, los de la Universidad, los del Benavente, los de Arquitectura, en ese movimiento no había hombres, éramos chamacos”
Uno de los líderes estudiantiles más visibles: Enrique Cabrera.
“Yo no fui activista; veía a ese Cabrera, era muy joven, estudiaba ingeniería en las catacumbas; una vez, en un mitin, se paró a querer decir no sé qué cosa del comunismo, y mi tío, Enrique Aguirre [Carrasco], lo bajó del pódium y le dijo: ‘bájate, esto no es cosa de comunistas…nosotros somos juaristas y liberales, y eso sólo va a confundir el movimiento”.
Otro de sus recuerdos frescos es cuando Julio Glockner Lozada es nombrado rector de facto, el 9 de mayo de 1961:
“Para mí fue una gran emoción su toma de posesión; ya habíamos ganado…ellos habían perdido. Julio Glockner era un hombre encantador, bromista, trataba a todo el mundo como si lo conociera de toda la vida; éramos vecinos de oficina. Yo tengo relación aún con esa familia, con los que quedan, los quiero muchísimo”.