Ejecuciones a plena luz, como la del abogado Samuel León, feminicidios sin resolver, desaparición forzada de personas, crisis en los rellanos sanitarios y proyectos en pro de la ecología, incendios provocados, el paro en la BUAP, cierres carreteros, manifestaciones en contra de los parquímetros y un largo etcétera, hacen que nos preguntemos: ¿quién es la mano que mece la cuna?
Los temas expuestos son apenas una pequeña muestra de lo que se vive actualmente en Puebla, una ciudad en la que hace poco tiempo, se presumía una aparente calma y poca inconformidad entre los diversos grupos sociales.
Decían que la administración anterior se había caracterizado por su conciliación y armonización con los diferentes sectores, pasando por los empresarios, organizaciones sociales y partidos políticos.
¿Entonces, qué sucedió, a escasos 100 días del nuevo gobierno todo se descompuso? En este momento a los grupos y a las organizaciones les dio por exigir aquellas viejas demandas que siempre se han soslayado o solapado.
Es decir, en realidad todos estos problemas son espontáneos o hay grupos y organizaciones interesadas en alterar el Statu quo.
Son innegables las carencias y demandas de la sociedad, nadie lo puede objetar, pero resulta poco factible y aún más creíble, tanta espontaneidad.
Si bien son evidentes y muy públicos, los comportamientos poco más que cuestionables de varios funcionarios municipales y estatales que demuestran poco respeto por los principios e ideales del partido que los llevó al poder, también lo es, que son demasiados frentes abiertos.
Estas dudas, no es que maten, sino que generan una mala imagen y desgaste en los gobiernos -a priori- que aprovechan los grupos de siempre, los que acumularon mucho poder para enviar el mensaje en el sentido de que harán todo lo posible por recuperar su parte del pastel. Pero también hay que decirlo: si se da motivo, siempre habrá consecuencias, es ley de vida.
Abundan los funcionarios y políticos que se jactaban de defender al pueblo, pero que en los hechos temen perder su cargo y el sustento que los lleva -en la mayoría de los casos- a olvidarse de sus ideales cuando les afecta el bolsillo.
A estas alturas del tiempo y momento, todo es posible. El pragmatismo en aras de no perder privilegios y seguir viviendo de la ubre presupuestal de los gobiernos, es lo que iguala: dijera el clásico.
Así las cosas, son los pudientes, los que tienen los recursos y los dueños de los medios de producción, los que mueven los hilos a conveniencia, siempre ha sido así.
El grado de represión y la inacción a la que nos acostumbraron los gobiernos neoliberales es tal, que cuesta trabajo pensar que sean simples acciones solicitando justicia. Sin apasionamientos, hay que profundizar y exigir gobiernos a la altura de las circunstancias.
@marumora7