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Embarazo adolescente: una crisis marcada por violencia y desigualdad que México normaliza

Cada 26 de septiembre en el marco del día para la prevención del embarazo no planificado en jóvenes, conviene mirar los números sin romanticismos. El embarazo adolescente no es solamente un problema médico: es un termómetro de desigualdad, de fallas en la educación sexual, de brechas en acceso a servicios de salud reproductiva y de violencia estructural contra niñas y adolescentes.

Lo que dicen los datos (lo más reciente, claro y duro)

A nivel global, la tasa de natalidad adolescente (15–19 años) sigue siendo alta: para 2023 la cifra mundial rondó 39 nacimientos por cada 1,000 adolescentes de 15–19 años, y las niñas más jóvenes (10–14) también registran nacimientos, aunque en menor número. Además, en países de ingresos bajos y medianos se estimaron 21 millones de embarazos en adolescentes (15–19) cada año en el periodo reciente. Estas cifras muestran que el problema es global y persistente.

México enfrenta una situación más aguda que el promedio mundial. El informe Tasa Específica de Fecundidad Adolescente (TEFA) 2023, realizado por la Secretaría de Gobernación en colaboración con CONAPO, estimó que alrededor de 297,723 adolescentes (15–19) se convirtieron en madres en 2023, con una tasa nacional aproximada de 80 nacimientos por cada 1,000 adolescentes, muy por encima de la media global mencionada. Estos datos colocan a México entre los países con retos graves en salud sexual y reproductiva juvenil.

En Puebla el problema es también crítico y con fuerte presencia territorial: el conteo de 2023 reporta 20,218 nacimientos de madres adolescentes en la entidad, y evaluaciones locales señalan tasas que, en distintos análisis, se ubican en torno a 65 nacimientos por cada 1,000 adolescentes (15–19) —Puebla aparece entre las entidades con mayores concentraciones de municipios con alta fecundidad adolescente. Además, las estadísticas estatales y las gacetas oficiales muestran diferencias año con año.

Un enfoque crítico: ¿por qué siguen creciendo o manteniéndose estas cifras?

Falta de políticas públicas integrales y sostenidas. Hay programas puntuales, campañas y esfuerzos estatales, pero la cobertura, continuidad y evaluación son disparejas. Donde hay reducción de presupuesto o coordinación interinstitucional frágil, aumentan los vacíos de acceso a anticoncepción y educación.

Educación sexual incompleta o ausente. En muchas escuelas la educación sexual es parcial, orientada a evitar enunciados explícitos o sujeta a variaciones locales. Sin información científica, integral y libre de estigmas, la capacidad de decisión de las y los adolescentes queda limitada.

Barreras de acceso a métodos anticonceptivos y servicios amigables para jóvenes. Incluso cuando existe voluntad, hay trabas administrativas, morales o prácticas (horarios, distancia, trato estigmatizante del personal) que alejan a adolescentes de la atención. La evidencia internacional muestra que facilitar anticoncepción reduce embarazos adolescentes.

Desigualdad y violencia sexual. El embarazo adolescente es también consecuencia directa de violencias (incluido el matrimonio infantil, la coacción y las relaciones con diferencias de poder). En contextos de pobreza, la normativa social y la falta de alternativas económicas empujan a ciclos de maternidad temprana.

Problemas de registro y medición. Las discrepancias entre registros estatales y estimaciones hacen más difícil diseñar respuestas precisas a nivel municipal; sin datos confiables, las políticas pierden eficacia.

Consecuencias (sanitarias, sociales y económicas)

A nivel de salud: mayor riesgo obstétrico para madres muy jóvenes, peor acceso a atención prenatal y mayor probabilidad de partos prematuros o complicaciones.

A nivel educativo: abandono escolar (de las jóvenes, y en ocasiones de sus hijos/as), con impacto directo en oportunidades laborales futuras.

A nivel social y económico: reproducción intergeneracional de la pobreza, sobrecarga a los sistemas locales de salud y protección social, y menos capital humano a mediano plazo.

Qué falta — y qué sí funciona

Basado en la evidencia internacional y observaciones locales, las medidas que han mostrado impacto incluyen:

Educación sexual integral obligatoria y evaluada en todos los niveles educativos: no charlas puntuales, sino currículo con contenidos científicos, derechos, anticoncepción, consentimiento y prevención de violencia. (Requiere monitoreo y formación docente).

Acceso universal y sin barreras a anticoncepción para adolescentes, incluyendo métodos de larga duración, atención confidencial y servicios amigables para jóvenes (horarios extendidos, personal capacitado, espacios seguros). La experiencia global indica que cuando la anticoncepción es accesible y aceptada, las tasas bajan.

Programas multisectoriales que combinen salud, educación y apoyo social (becas, oportunidades económicas): la evidencia sugiere que los enfoques que atacan la pobreza y ofrecen alternativas reducen el número de embarazos no deseados.

Prevención y atención de la violencia sexual: rutas claras de atención, protección legal y campañas contra la normalización de relaciones con desequilibrio de poder.

Mejorar la calidad y la frecuencia del registro estadístico: contar con datos municipales y actualizados permite focalizar recursos —el ejemplo de la TEFA 2023 muestra avances en la estimación, pero los propios autores reconocen limitaciones que hay que corregir.

La brecha entre la tasa mundial de embarazo adolescente (39 por cada 1,000) y la mexicana (80 por cada 1,000 en 2023) no es casual ni inevitable: responde a decisiones públicas y a la tolerancia social frente a la desigualdad y la violencia. Tratarlo como un hecho biológico es evadir responsabilidades. Urgen políticas sostenidas y centradas en derechos: educación sexual, acceso seguro a anticoncepción, protección contra la violencia y oportunidades reales para las y los jóvenes.

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Aline Paz
Me considero una mujer librepensadora, sin ganas de convencer a nadie, pero con ánimo de cuestionar. Licenciada en Filosofía por BUAP y Maestra en Alta Dirección e Inteligencia Estratégica. En el ámbito educativo participé en diversos congresos académicos como revisora y ponente; además, colaboré con edición y artículos en revistas universitarias y empresariales. Así como en revistas independientes, culturales y de cine. En el ámbito laboral me he desempeñado en el sector público, en un área que me gusta, dependencias de asistencia social, en los tres órganos de gobierno, en temas de planeación y evaluación. En Revista Única soy miembro fundador y colaboro en las secciones de Sexualidad, Travel, Cultura, Tecnología y, con especial convicción, en temas de Feminismo.

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