A veces siento que la alegría es un pájaro que anida en las costillas, despliega alas de luz y canta con el ritmo del amanecer entre olas. Los pies son raíces que trepan por la enervante tierra, con la húmeda forma de las manos, con el viento que come hojas.
A veces siento que todo es danzar, con un sol nuevo que a diario derrama lenguas en las mieles de abejas, con un mundo distinto que se pliega como un abanico de colores. Luego la alegría se deshace y rehace este volar nocturno increíble.
A veces siento el opuesto, el frío que se traga lo que arrastra, el silencio que rearma las horas intraducibles. Es una habitación sin ventanas donde el tiempo se pudre, los huesos son piedras y el eco resuena en la risa ajena que se queda en la lejanía. La tristeza no llora, en grietas se instala, convierte cada plomo en aire y enseña a aullarle a la luna con el paso de una sombra pegada a la espalda.
A veces siento esa destreza de los dedos al tejer versos con lluvias de hilos, al moldear cada palabra de barro y darles ambiente de puente o de cóncava herida. Soy artesano del instante, el trazo preciso, el nudo que sostiene el equilibrio entre caos y geometría.
A veces siento su opuesto y es la torpeza de quien tropieza con su propia sombra. Las creativas manos son ahora ajenas y vuelcan papel sobre una tinta corroída en lugar de letras, que rompen vasijas al intentar abrazarlas. La mente se nubla. Respirar es acto de mala fe, el fracaso en la coreografía del vivir. La vida es este vaivén, el péndulo que entre vértigo y quietud reclama distancia.
A veces siento esta perpetuidad, el encender fogatas diurnas y esconder las sombras de noche. Los pies descalzos entre tierra e infinito. Uno que esculpe estatuas de sal, otro las disuelve con una mirada.
Pero en el centro, donde los opuestos se rozan sin fundirse, descubro una extraña belleza: la del equilibrio imperfecto, la de la herida que sangra y, al mismo tiempo, cicatriza.
A veces siento este umbral y bailo con mis fantasmas, nombro el miedo sin rendirle la voz, sostengo la alegría sin olvidar que la tristeza también tiene sus destellos de verdad y volteo a ver el universo.
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