Este es el nombre de un libro que descubre en esencia lo contundente y poderoso que significa la presencia de los padres en la vida de nuestros hijos. Me refiero a la clase de presencia en la que una niña o niño se sienten seguros, protegidos y a salvo.
En este texto Daniel Siegel y Tina Payne, nos explican como la presencia de los padres modela el cerebro de sus hijos y configura las personas que llegarán a ser. Para mi es un texto esperanzador porque existen muchas teorías respecto a lo que es ser un buen padre. Algunos dirán: que ser buen padre se basa en la experiencia, otros que el nivel de conocimientos, otros que el papel de la religión y la educación.
Sin duda, todos estos factores tienen que ver, pero según los estudios que estos especialistas han realizado y para buenas noticias de nosotros como papás y tutores, si queremos saber porque les va bien en la vida, desde un punto de vista emocional, social, educativo y relacional a nuestros hijos “debemos examinar si han desarrollado un apego seguro con al menos un cuidador que esté presente para ellos en forma sistemática”.
Los especialistas hablan de cuatro puntos para conseguirlo, que el niño se sienta seguro, visto. consolado y a salvo. Sin duda habrá otros factores que influyan, pero este libro nos explica que: aunque nosotros como padres nos hayamos criado en un ambiente adverso y con padres semi-ausentes, nosotros podemos estar ahí para nuestros hijos de manera saludable y constructiva.
Es por ello, la importancia de al menos un cuidador que se comprometa en dar sentido y tener presencia con la crianza del niño, un abuelo, un tío, un padre o una madre, que ejerza un apego seguro.
A reserva de que ustedes se interesen más a profundidad por el tema y puedan consultarlo detenidamente, el texto nos plantea: ¿Hasta qué punto hemos reflexionado sobre cómo han influido las experiencias de nuestra infancia en la forma en cómo interactuamos con nuestros hijos?
Cualquier tiempo y momento es oportuno para responder esta pregunta, sabiendo que aunque no somos padres perfectos, trataremos de buscar y aplicar nuevos conocimientos que nos ayuden a formar seres humanos felices, libres y adaptados a una sociedad que cada vez más requiere de toda nuestra atención para vivir en paz y sanamente.
Un último mensaje para aquellos padres que se sienten culpables: “Lo están haciendo bien. Están presente. Eso es lo que importa. No tienen que ser perfectos; no pueden. Todos aprendemos a lo largo de la vida. Basta con que estén ahí para sus hijos. Quiéranlos, utilicen momentos de disciplina y oportunidades para enseñar y crear aptitudes, modelen la amabilidad, el respeto y el cuidado de uno mismo. Discúlpense cuando metan la pata. Ellos no necesitan todas las ventajas, ni necesitan unos super padres, sólo los necesitan a ustedes: auténticos, con defectos y plenamente presentes”, refieren los autores.
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