Quizás Porfirio Díaz es el villano favorito en la historia de nuestro país, desde que México logró su independencia. Su paso por la historia la podemos situar entre la invasión norteamericana de 1846 hasta su muerte en 1915 en Paris.
Sus más de tres décadas como presidente de nuestro país, están llenas de momentos y decisiones históricas que marcaron el rumbo de nuestra nación. Uno de ellos, fue la entrevista que concedió al periodista norteamericano James J. Creelman y que publicara el periódico El Imparcial.
El 3 de marzo de 1908, México se despertó con dicha entrevista causando expectativas y reacciones en la opinión pública. ¿Pero, qué fue lo que dijo Porfirio Díaz? A continuación, te presentamos algunos fragmentos de aquella histórica entrevista.
“Es un error creer que los sentimientos democráticos de la República se hayan debilitado por mi larga permanencia en la Presidencia”, decía tranquilamente. “Puedo sinceramente afirmar que el continuado ejercicio del poder no ha menguado mis ideales políticos.”
Porfirio Díaz habló de sus glorias como militar y las batallas que lo llevaron a ocupar la presidencia de nuestro país. “En México las condiciones son muy distintas. Yo recibí el Gobierno de las victoriosas manos de un ejército, en un tiempo en que este pueblo. Estaba dividido y muy poco preparado para el supremo ejercicio de las prácticas democráticas.”
Es cierto también que una vez que se me confió el poder supremo, por el ejército, se convocó a elecciones. Refrendado su voto para mí, el poder me fue conferido directamente esta vez, por el pueblo.
“He tratado de dejar muchas veces el poder; pero siempre que lo he intentado se me ha hecho desistir de mi propósito. He permanecido en su ejercicio, creyendo complacer a la Nación que confiaba en mí.” Respondió Porfirio Díaz, ante sus casi 30 años de gobernante en ese momento.
Y continuó diciendo. “He aguardado durante muchos años pacientemente, a que el pueblo de la República estuviera preparado para elegir y cambiar el personal de su Gobierno. En cada período electoral, sin peligro ni temor de revolución armada y sin riesgo de deprimir el crédito nacional y perjudicar en algo nuestro progreso. Hoy presumo que ese tiempo ha llegado ya.”
¿Cree usted exacta, señor Presidente, la aserción de que exista la verdadera democracia, ahí donde no existe la clase media? Preguntó Creelman.
El Presidente respondió con su benévola sonrisa y moviendo ligeramente su cabeza.
La creo exacta, respondió. “México tiene hoy una clase media que nunca había tenido antes, y la clase media. Es bien sabido que aquí, como en todas partes, forma los elementos activos de la sociedad.”
“Los ricos están demasiado preocupados con sus riquezas y con sus dignidades, para ocuparse en algo del bienestar general. Los hijos de ellos no procuran con ahínco ni mejorar su instrucción ni formar su carácter”, refirió Porfirio Díaz.
“Por la otra parte, los individuos de la clase del pueblo son, por desgracia, bastante ignorantes para aspirar al poder.”
“En la clase media, que viene en alguna proporción, de la clase pobre y a su vez, con pocos elementos de la rica. Se forman los mejores y más saneados elementos que anhelan su propia elevación y mejoramiento. Es la clase entregada con ardor al trabajo más activo en todas sus fases, y de ella extrae la democracia a sus propagadores y a sus adeptos. Es la clase media la que interviene en la política y de la que depende el progreso en general.”
“Y, sin embargo, de esto, creo firmemente que los principios democráticos existen en México, y que seguirán creciendo más.” Finalizó Díaz.
Estas fueron las palabras de Porfirio Díaz que causaron un debate en la sociedad. Esta entrevista sería una de las causas por la que dos años más tarde, daría inicio la Revolución Mexicana.
