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El defensor de los indígenas fray Toribio de Benavente «Motolinía»

Uno de los doce apóstoles que evangelizaron el Nuevo Continente.

Hoy en Revista Única recordamos en su aniversario luctoso a un religioso de la orden franciscana que fue parte de la evangelización de Ámerica y defensor de los indígenas, fray Toribio de Benavente, se cree que murió el 9 de agosto de 1569. Nació en Benavente (Zamora), España, en una fecha no precisada, diferentes fuentes sitúan su nacimiento entre 1421 y 1482. Su nombre fue Toribio Paredes, posiblemente sus padres tenían alguna relación como trabajadores de los condes de su localidad natal. Toribio ingresó a la Orden de los Franciscanos cuando tenía 17 años. Fue en esa fecha que cambio su apellido, eligiendo el nombre de su pueblo Benavente. Dos décadas después de que Colón llegara a América, los conquistadores españoles emprendieron la denominada Conquista Espiritual. Se trataba de evangelizar el nuevo mundo, convirtiendo a los indígenas a la fe cristiana. Los Franciscanos eligieron a doce frailes para que partieran al nuevo continente. Entre ellos se encontraba Fray Toribio.

Los Doce Apóstoles, como fueron llamados, partieron del puerto de Sanlúcar de Barrameda el 25 de enero de 1524. En marzo, alcanzaron el actual Puerto Rico y, después, llegaron la isla de La Española. Tras pasar por Trinidad, el 13 de mayo arribaron a costas mexicanas, más concretamente a San Juan de Ulúa. Los frailes emprendieron su camino hacia la Ciudad de México. Durante el trayecto se cruzaron con indígenas tlaxcaltecas, quienes se sorprendieron al ver el estado lamentable en el que se encontraban los religiosos. Por esa causa, comenzaron a exclamar con lástima la palabra “motolinía” (alguien pobre que sufre). Cuando Fray Toribio descubrió el significado, decidió adoptarlo como sobrenombre y es, de hecho, como es más conocido en Latinoamérica. Los frailes llegaron a Ciudad de México entre el 17 y el 18 de junio de 1524. El fraile no solo desarrolló su actividad en México, sino que también viajó a Guatemala y Nicaragua. Participó en la fundación de varios conventos, ocupando puestos de responsabilidad en muchos otros.

Así fray Toribio aprendió náhuatl para poder comunicarse con los indígenas. Fue un ardiente defensor de los derechos de los nativos, aunque siempre desde una perspectiva de apoyo a los conquistadores. Esto le llevó a un fuerte enfrentamiento con fray Bartolomé de las Casas, con quien no compartía la aplicación de las Leyes Nuevas. El religioso escribió una serie de obras que describen los modos de vidas de los habitantes primigenios americanos. Aunque buena parte de sus escritos se han perdido, los que se han conservado son una fuente muy importante para los historiadores que investigan los primeros años de la conquista. Los tres años siguientes, entre 1524 y 1527, Motolinía ocupó el puesto de guardián del convento de San Francisco en la propia Ciudad de México. Allí aprendió náhuatl y empezó a conocer las diferentes culturas indígenas. A su vez, se dedicó a enseñar diversos oficios y a intentar convertir al cristianismo a los nativos que acudían al lugar.

Durante ese primer periodo de su estancia en América, fray Toribio se caracterizó por defender a los indígenas de los abusos a los que eran sometidos. Pronto, esto empezó a molestar a las autoridades españolas de la colonia. En 1527, realizó su primer viaje a Guatemala, durante el que también visitó Nicaragua. Estuvo dos años fuera, regresando después a Huejotzingo. Los atropellos de las autoridades le hizo salir, de nuevo, en defensa de los indígenas. En 1529, fray Toribio tuvo un enfrentamiento bastante grave con Nuño de Guzmán, quien encabezaba la Real Audiencia. El motivo fue la pretensión de esta de cobrar impuestos a los indígenas, algo a lo que Motolinia se opuso. Esto le valió ser acusado de rebelde e, incluso, de fomentar la independencia de Nueva España y tratar de fundar un estado indígena dirigido por los misioneros.

El segundo viaje de fray Toribio a Guatemala se produjo en 1534, volviendo después a Yucatán. Su siguiente destino fue Tlaxcala, donde ocupó el cargo de guardián del monasterio durante 1536 y 1539. De nuevo, en 1543, se encaminó a Guatemala. Estuvo en ese país durante dos años, asumiendo el cargo de vice-comisario de esa provincia. Carlos V, rey de España, le ofreció ser obispo de Yucatán, pero Motolinia no aceptó el puesto. En cambio, al volver a México, sí estuvo dispuesto a realizar las funciones de vicario provincial y, después, el de cargo provincial de la Provincia del Santo Evangelio de México. Igualmente, jugó un papel importante en la construcción del convento de Puebla y de los templos de Huaquechula y Tula, levantados sobre antiguas edificaciones religiosas indígenas.

Motolinía no solo tuvo enfrentamientos con las autoridades españolas de la colonia. También discutió agriamente con los misioneros dominicos, liderados por fray Bartolomé de las Casas. Ambas órdenes se disputaban el control sobre las nuevas tierras y, además, no se ponían de acuerdo en temas teológicas. Parte del enfrentamiento vino dado por sus diferentes ideas sobre cómo educar a los indígenas. Motolinía era partidario de convertir a los indígenas y de educarlos para aceptar los modos y costumbres de los conquistadores. Por eso, acusó a de las Casas de no hacer lo mismo y de educarlos de una manera anticolonial. Fray Toribio escribió una carta al rey Carlos V quejándose del dominico. En ella afirmaba que la forma de relacionarse con los indígenas de fray Bartolomé no era correcta, ya que «así turba y destruye acá la gobernación». Aunque ambos religiosos lucharon contra los abusos de los colonos, Motolinía defendía a Cortés y se oponía a las graves denuncias que hacía de las Casas. Según algunos expertos, fray Toribio no estaba en contra, por ejemplo, de la conversión forzosa, y predicaba la necesidad de que la religión fuera la guía para dirigir esos territorios.

A pesar del apoyo a la conquista mostrado por fray Toribio en su carta a Carlos V, su oposición al pago de impuestos por parte de los indígenas, provocó que las autoridades persiguieran al fraile. A partir de 1555, existen pocos datos sobre la vida del franciscano. Se sabe que ocupó algunos puestos importantes dentro de la Orden, pero sin que quede claro cuales fueron. Fray Toribio de Benavente, Motolinía, falleció el 9 de agosto de 1569, aunque algunas fuentes afirman que lo hizo en 1565. La leyenda afirma que quiso celebrar misa en el convento de San Francisco, se acercó al altar y, al final de los ritos, murió.

Obras: Los expertos apuntan que Motolinía empezó a escribir sus obras entre 1528 y 1530. Desafortunadamente, la mayoría de sus textos originales no han llegado a nuestros días. Tan solo unos pocos han sobrevivido al paso de los años. Lo más destacable de su obra son las descripciones sobre los pueblos indígenas de la zona en la que pasó buena parte de su vida. Explicó el pasado de esos pueblos, su organización política y sus creencias. Además, relató cómo fue la evangelización, así como cuáles eran las ideas de los colonizadores. Todo lo anterior hace que se haya convertido en una fuente de primera mano para conocer cómo fueron los primeros años de la conquista española de Centroamérica. Los títulos más importantes de Fray Toribio son Memoriales y La Historia de los Indios. En ellos mostró una alta formación cultural, demostrando que poseía muchos conocimientos sobre filosofía y temas de humanidades. Para escribir sus textos fue fundamental que hubiera aprendido la lengua náhuatl y a descifrar códices. Esto le proporcionó la posibilidad de que los indígenas le explicaran su cultura y de poder leer los testimonios escritos.

Después de años de trabajo, fray Toribio presentó en 1541 la que es considerada como su obra maestra. En un principio se llamó Relación de los ritos antiguos, idolatrías y sacrificios de los indios de esta Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado, pero con el tiempo ese largo título se ha ido acortando. Aunque no se descarta que fuera más larga, hoy se conocen tres partes de la obra. En la primera cuenta su llegada como misionero y describe cómo era la religión azteca. La segunda habla sobre la conversión al cristianismo, mientras la última explica la forma de ser de los nativos, aportando también interesantes datos sobre geografía, naturaleza y las ciudades más importantes de Nueva España. Se supone que fray Toribio comenzó a dar forma a este texto en 1528. Aunque es llamado Memoriales, en realidad no se conoce el auténtico nombre de la obra. Los expertos tampoco están seguros si se trata de un conjunto de textos variados que el autor fue reuniendo para usarlos en su Historia de los Indios o si pretendía publicarlos aparte. De hecho, ambas obras tienen algunos párrafos iguales, como si una hubiera sido la copia de la otra.

Motolinía escribió otras obras, algunas solo conocidas por referencias indirectas. Entre ellas se puede nombrar a Adventus duodecim Patrum, qui primi eas regiones devenerunt, et de eorum rebus gestis, titulo traducido por fray Juan de Torquemada como Venida de los doce primeros Padres, y lo que llegados acá hicieron. No se conserva copia de la misma. Por otra parte, también escribió Doctrina christiana, mexicano idiomate, igualmente desaparecido. Se supone que era un catecismo dirigido a los nativos. Otros textos perdidos son Camino del Espíritu, Calendario Mexicano y De Moribus Indorum, en español De las costumbres de los Indios. Aparte de su carta a Carlos V y de otros opúsculos, la otra obra importante del autor fue La vida y muerte de 3 niños de Tlaxcala, escrita en 1539. Al parecer fue un encargo de su Orden para demostrar que los indígenas estaban equivocados en sus creencias y que era fundamental que se convirtieran al catolicismo.

Te hablamos más sobre su vida como evangelizador: Esta expedición, integrada por un total de doce franciscanos, posteriormente designados los Doce Apóstoles de México, se encaminó hacia México autorizada oficialmente por el superior general de la orden mediante la “obediencia” firmada en 1523, en la que fray Toribio destaca, junto con otros cinco expedicionarios, en el grupo de los “predicadores y también confesores doctos”, a diferencia de los dos que solamente eran “predicadores”, de los otros dos que eran simplemente “sacerdotes” y de los dos restantes que eran “religiosos legos devotos”. Este hecho indica claramente que gozaba de una especial preparación intelectual y ministerial, aunque no fuera la máxima de la orden, sin que se sepa dónde, cómo ni cuándo la obtuvo.

Como miembro de esa expedición, cuyo superior era fray Martín de Valencia, se embarcó rumbo a México en Sanlúcar de Barrameda en enero de 1524 y llegó a la capital mexicana en junio de ese mismo año. Debido posiblemente a la posesión de alguna dote especial, una vez en la ciudad de México fue nombrado primer superior del convento franciscano, de manera similar a como posteriormente fueron nombrados también superiores de sendos conventos otros tres de los cinco expedicionarios pertenecientes al grupo de los “predicadores y también confesores doctos”. Durante su guardianía se celebraron las juntas eclesiásticas de 1524 y 1526, en las que participó en su calidad de superior del convento, junto con los restantes franciscanos residentes en la ciudad. Como es lógico, en el enfrentamiento que fray Martín de Valencia mantuvo con los miembros de la primera audiencia de México, a los que se vio obligado a amenazar con gravísimas penas eclesiásticas, no sólo se puso de parte de su compañero, sino que tomó partido expresamente por Hernán Cortés, ausente de la ciudad desde 1524, al que a su regreso a la capital agasajó con una procesión de acción de gracias, organizada el 19 de junio de 1526.

Cumplido su trienio de superior del convento de México, en 1527 fue nombrado superior del de Texcoco, a pesar de lo cual a finales de ese mismo año fue autorizado por el superior regional de la orden a viajar a Guatemala y Nicaragua para analizar las perspectivas evangelizadoras que presentaban esas regiones, en las que permaneció desde finales de 1527 hasta abril de 1529 y dejó fundados dos conventos en la primera y uno en la segunda. De nuevo en Texcoco, tuvo que intervenir como inquisidor en algunos procesos por blasfemias incoados contra algunos conquistadores, así como en un caso de divorcio, aunque su mayor problema consistió en su enfrentamiento personal con la primera audiencia (la cual ya estaba enemistada desde 1528 con el también franciscano Juan de Zumárraga, obispo de México) por haber dado asilo en abril de 1529 en el convento de Texcoco a un grupo de indígenas que eran perseguidos por los oidores, a los que además amenazó con la pena de excomunión.

Indignados por este doble hecho, los oidores lo denunciaron judicialmente por los supuestos delitos de conjura y de rebelión, con lo que se originó una guerra abierta y despiadada entre los franciscanos y los oidores que no terminó sino con la destitución de estos últimos por la Corona en 1530, sin castigarlos como merecían por constituir, en palabras del propio fray Toribio, “la escoria y heces del mundo”, apreciación en la que con otras palabras coinciden hoy todos los historiadores. En esa misma fecha se cumplió su trienio de superior del convento de Texcoco, con lo que a partir de este momento su biografía es de difícil concatenación porque él mismo, al igual que todos sus compañeros de primera hora, incluidos los Doce, fueron víctimas del olvido biográfico que lamenta el historiador franciscano Jerónimo de Mendieta, contemporáneo de todos ellos, olvido en el que él mismo incurrió a pesar de que durante los años 1554 a 1557 tuvo a fray Toribio por superior del convento de Tlaxcala en el que residió. Por ello resulta imprescindible recurrir al propio fray Toribio para espigar los datos autobiográficos que él mismo proporciona en sus escritos al describir hechos o situaciones en los que participó o de los que fue testigo.

En 1531 desempeñó un papel fundamental en la fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles, la que en 1541 describiría con todo detalle en su Historia de las cosas de la Nueva España, aunque silenciando modestamente su definitiva participación. En 1532 residía en el convento de Cuernavaca probablemente como superior, puesto que se atribuye la iniciativa, exclusiva de ese cargo, de haber plantado dos “huecesitos de dátiles” o, como él mismo aclara, dos “palmas” o palmeras en la huerta de ese convento. A esa misma época pertenece el hecho de que, encontrándose “descuidado y sin pensamiento de escribir semejante cosa como ésta”, los superiores le encomendaron la tarea de elaborar la que en 1541 tituló Historia de los indios de la Nueva España. A 1532 pertenece también la célebre carta que con esa fecha dirigió a Carlos V en la que le comunicaba que desde 1524 hasta esa fecha había bautizado él mismo personalmente a más de cien mil indios, misiva a la que en 1533 añadió otra, dirigida también al emperador, en la que le comunicaba desde Tehuantepec cómo él y otros seis compañeros habían intentado embarcarse con su superior, fray Martín de Valencia, rumbo a China con el fin de evangelizarla, pero que no pudieron realizar el proyecto porque después de siete meses de espera Hernán Cortés no pudo proporcionarles los navíos que les había prometido para ello.

Él mismo anota también que durante esos siete meses de espera todos ellos “trabajaron en enseñar y doctrinar a la gente de la tierra, sacándoles la doctrina cristiana en su lengua, que es de zapotecas, y no sólo a éstos pero en todas las lenguas y pueblos por do iban predicaban y bautizaban”. Durante los años 1536 a 1539 residió en Tlaxcala y sus alrededores, donde, además de otros casos, presenció la solemne celebración por los indios de la fiesta de Corpus Christi y el “ofrecimiento” de ofrendas los días de jueves y viernes santos, hechos que, según él mismo afirma, no había visto nunca ni en Nueva España ni en ninguna otra parte y que para describirlos era necesaria otra “habilidad” mejor que la suya. Organizó además la representación de varios autos sacramentales, elaborados por él mismo. Esto no le impidió realizar al mismo tiempo una gira por los aledaños del golfo de México con el objetivo sobre todo de acopiar material para la Historia, gira que con este mismo fin volvió a realizar en 1540 y 1541, ahora por la región de Oaxaca, lo que tampoco le impidió presenciar en Tehuacán durante la semana santa de 1540 otra manifestación religiosa por parte de los indígenas que le llamó también la atención, mientras que en 1541, además de encontrarse algún tiempo en Tzapotitlan, firmó en Tehuacan un ejemplar de la Historia que se le había encomendado diez años antes.

A pesar de ello, de momento no pudo terminar definitivamente la obra porque, nombrado vicecomisario de la orden para Guatemala, en 1542 tuvo que volver a esa región al frente de doce franciscanos destinados a ella en sustitución de los que hacía poco habían fallecido por agotamiento durante su viaje con ese mismo destino, emprendido desde España precisamente con ese fin. Durante esta estancia en Guatemala, en 1544 fundó en ella la custodia o viceprovincia franciscana del mismo nombre, de la que fue nombrado custodio o superior, cargo al que, decepcionado, no tardó en renunciar para regresar inmediatamente a México, lo que originó que, según Mendieta, “comenzó a desmedrar aquella plantación y estuvo en términos de desbaratarse” debido a las disensiones existentes entre los propios religiosos. En este mismo orden de cosas, en 1542 sería el propio fray Toribio el que desde Guatemala, “una vez proveído lo que convenía para aquella tierra”, envió desde allí a Yucatán a cuatro franciscanos, “varones bien suficientes para plantar de nuevo lo que se pretendía”, es decir, fundar la misión y provincia franciscana que inútilmente se había intentado establecer en 1534 y 1537.

En ese mismo año de 1542, sin él mismo saberlo por encontrarse en Guatemala, fue propuesto por Carlos V para obispo, dignidad que no llegó a conseguir, a pesar de lo cual y por razones que se ignoran se permitió la libertad de administrar en una ocasión el sacramento de la confirmación sin estar canónicamente facultado para ello. Poco después de su regreso a México, concretamente en 1546, fue nombrado vicario provincial de la orden en Nueva España, mientras que en 1548 fue elegido provincial, cargo que en 1549 lo obligó a viajar a Michoacán y que en 1551 abandonó al cumplir el período de permanencia en él, lo que le permitió ser nombrado superior sucesivamente de varios conventos mexicanos y redactar numerosas cartas a personajes de toda índole, entre las que descuella la dirigida desde Tlaxcala a Carlos V contra el dominico fray Bartolomé de las Casas en 1555, célebre por su virulencia.

Contra toda previsión por tratarse de un personaje tan destacado como él, la orden lo condenó en 1558 a un año de prisión en un convento por haber escrito dos cartas que no agradaron a sus superiores, humillación a la que no tardó en añadir una postura de desprendimiento hacia su persona, lo que lo anuló física y moralmente hasta el punto de que apenas se vuelve a saber nada de él hasta su muerte en la ciudad de México en 1569. Por lo que se refiere a su carácter de escritor, Georges Baudot propone el siguiente “inventario teórico”, perfectamente razonado, integrado por los trece títulos siguientes: Doctrina cristiana en lengua mexicana, mandada a imprimir por fray Juan de Zumárraga en 1547; Tratado del camino del espíritu; Autos sacramentales y comedias en lengua mexicana, representados en Tlaxcala en 1538-1539; Venida de los doce primeros padres y lo que, llegados acá, hicieron; Vida y martirio de tres niños de Tlaxcala; Relación del viaje a Guatemala; Guerra de los indios de la Nueva España; Calendario mexicano; Memoriales; De moribus indorum; Libro de los ritos, costumbres y conversión de los indios; Relación de las cosas, idolatrías, ritos y ceremonias de los indios; Historia de los indios de la Nueva España. El mismo Georges Baudot hace notar que “parece obvio que algunos de estos trece títulos sólo son la formulación distinta de un mismo texto, identificado confusamente según manuscritos o informaciones de segunda mano”.

Independientemente de la Doctrina, que se imprimió en México en 1547 por orden del también franciscano Juan de Zumárraga, obispo de la ciudad, las obras que han llegado hasta nosotros son los Memoriales y la Historia de los indios de la Nueva España.

Sabías que…
Última misa. Muy enfermo y a las puertas de la muerte, quiso celebrar la misa, casi arrastrándose, se acercó al altar y la celebró, murió allí mismo tras finalizar los ritos.

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