domingo, diciembre 22, 2024
19.9 C
Puebla
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

OTROS ARTÍCULOS

Día de las Escritoras 2020

Este 2020, el Día de las Escritoras se celebra el 19 de octubre.

El Día de las Escritoras se celebra cada año, buscando que coincida con el lunes más cercano a la festividad de Santa Teresa de Jesús, que es el 15 de octubre. ¿Qué tiene que ver? Pues, esta santa es la patrona de las escritoras y escritores.

Así es, a pesar de que no se tiene una fecha única para celebrar algo tan importante y necesario como las letras femeninas, cada vez son más las mujeres que, en contra de todo pronóstico, apuestan por el arte para levantar la voz, aun con temor e inseguridades nada las detiene en la búsqueda de igualdad, seguridad y libertad.

Es por ello que hoy, en Revista Única, celebramos su valentía para no callarse, su tacto tomar un papel, una pluma y hablar de lo que nadie más habla, celebramos que convierten en arte lo que escriben, desde cuentos, narraciones, crónicas, ensayos, traducciones y poemas, hasta novelas, cómics, así como mensajes profundos que generan un eco transgeneracional.

Para celebrar este día, te compartimos estos poemas de cuatro escritoras mexicanas con quienes tuvimos la oportunidad de colaborar en algún momento; te recomendamos seguirlas muy de cerca.

Mariel Damián (Ciudad de México, 1994)

Letras perdidas

(A mi abuela Enedina)

Hace mucho tiempo,

una mujer quiso escribir poesía,

y no lo hizo

o tal vez sí,

no lo sabemos.

En esa época donde

siempre era de noche,

había mujeres soñando las estrellas

anhelando la vida de otros,

a escondidas,

sigilosas

con miedo.

Porque el mundo no era para ellas,

el destino era otro,

era materno,

estaba lejano

siempre enterrado en la tierra como

semillas de flores que no germinan nunca.

A veces, a mitad de una clase de Biología,

pienso en ellas como pienso en la historia de mi abuela.

Ella hubiera sido botánica, lo sé

había un jardín de bugambilias en sus ojos,

hablaba en el idioma de la lluvia,

hablaba en el idioma de las nubes con tristeza

y me decía:

-Enséñame a escribir, mi niña, para enseñarle a los muertos

Aunque lo último que sepa sea leer mi nombre en una tumba.

Enséñame lo que aprendes en la escuela.

A mi también me hubiera gustado escribir poesía.

Andrea Rivas (Puebla, 1991)

La portentosa mujer que no sabía hablar

Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria.
Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mí conmigo
sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba.


Alejandra Pizarnik

Debajo de la hierba nuestros nombres verdaderos clausurados
en la piedra del encono duermen ignorantes
de los significados que andan sin carcaza para defenderse.
Qué extrañeza es para los otros
el mirarnos deshechas rehechas nauseabundas reinas de burdeles imaginarios de bosques
imperios y habitaciones vacías
qué gracia les causa
con qué conmiseración leen nuestras palabras líquidas
los cúmulos de atrocidades que no van ni vienen
porque no tienen nada que los mantenga fijos en una sola palabra.
Si digo retórica quiero decir engaño
pero también que me equivoco y no hay modo de organizar este big bang de ideas que no llegan
a la siguiente neurona.
Todo esto para decir
que si vieras cómo de cuántas maneras distintas ensayo la coherencia
y esta prodigiosa manera de fracasar soy yo
pero no podrás nombrarme no seré el ejemplo de tu caso clínico
la portentosa mujer poeta que no sabía hablar
porque ¿recuerdas?
nuestros nombres están clausurados
no hay nombres y tú estás destinado a escuchar y al olvido
estás escuchándome
no digo nada
para qué decir
cuando cierres la página
la ausencia de puntos será la continuidad de tu vida.

Andrea Muriel (Ciudad de México, 1990)

Cómo saber si un cactus ha muerto

Primero habría que fijarse en la rigidez de sus espinas,

luego en la consistencia de su cuerpo

que debe ser firme y robusto,

más tarde habría que pensar en el clima

o en cada cuánto se le puso agua.

Un cactus muere tres meses antes de que nos demos cuenta

y es imposible saber si las pequeñas señales:

los bordes amarillos, el encogimiento,

son indicios de la muerte o tan sólo parásitos.

Los expertos dicen que sólo existe un signo

inequívoco de la putrefacción:

hay que pinchar su carne

para ver si brota algo y confirmar

que el hedor ha comenzado a formarse

desde dentro.

Dicen que el amor es de todos los días

pero yo no sabía que los cactus pueden llegar a ahogarse.

Pensé que cuidarlo era ponerle más agua.

Siempre me ha costado entender cuánto es suficiente.

Angélica Barrera (Guerrero, 1994)

IX

De las ocho a las cuatro

Y a veces hasta las cinco

venías a encontrarme

a la mitad de las ausencias.

Cuando todos cerraban las ventanas por miedo a los balas

no me soltabas y continuábamos.

Los puentes no tenían tus huellas

ningún periódico hablaba de ti.

Te buscaba ya en las cuevas, negro

decían que te ibas

que huías casi siempre

Retumbaban los nombres de los violados

de los no reclamados.

Y aquí en el pueblo nadie escribía por ti Maldía

X

Soy de tierra caliente

No guardo el cuerpo.

Llevo en la frente marcas de los desaparecidos,

de las calles no habitadas

Huyo desde hace cuatro años de una ciudad

que ya no sé si es mía.

Me llaman N

Desaparecido número 18

Desaparecido número 35

40, 41, 42.

ÚLTIMOS ARTÍCULOS