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De reina de belleza a viuda negra: el crimen pasional que sacudió a México

Era 1928 cuando el periódico Excélsior lanzó una convocatoria que marcaría un antes y un después en la historia de la belleza en México.

Inspirado por los concursos norteamericanos, el certamen buscaba coronar a la primera Miss México, y entre los requisitos se incluía ser soltera, no pertenecer al mundo del espectáculo y tener entre 18 y 25 años.

Lo que nadie imaginaba era que aquella joven elegida se convertiría no sólo en una reina de belleza, sino en protagonista de una historia tan fascinante como dolorosa.

Su nombre era María Teresa Landa, tenía apenas 18 años y fue inscrita por sus amigos, quienes enviaron su fotografía sin que ella lo supiera. Su rostro pronto comenzó a ganar popularidad entre los lectores, quienes enviaban cartas para votar por su favorita.

Sin embargo, fue un jurado el que la eligió entre las cinco finalistas, coronándola Miss México el 19 de mayo de 1928. Aquella victoria la llevó hasta Galveston, Texas, para representar al país en el Concurso de Pulcritud y Belleza Internacional, antecesor del actual Miss Universo.

Fue allí donde su nombre se volvió polémica nacional: desfiló en traje de baño, un acto considerado escandaloso en una época en la que la imagen femenina estaba sujeta a severas restricciones morales. La joven se convirtió en un símbolo de modernidad, belleza y osadía.

Con su ascendente fama llegaron también las oportunidades. Productores de Hollywood la buscaron, las revistas hablaban de ella y su imagen era admirada y comentada.

Pero en una decisión que desconcertó a muchos, María Teresa rechazó toda oferta internacional por amor. Eligió al general revolucionario Moisés Vidal Corro, un hombre 16 años mayor que ella, con quien se casó poco después de su triunfo.

La historia que parecía de cuento, rápidamente se tornó tragedia. En su casa de la calle Correo Mayor, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, la reina de belleza se convirtió en prisionera de su esposo.

Él le prohibía salir, leer periódicos o tener contacto con el exterior. Argumentaba que las noticias eran «inmorales» para una mujer… pero lo que realmente temía era que ella descubriera su doble vida. Y así fue.

El 29 de agosto de 1929, María Teresa despertó, encontró el periódico y una pistola cerca. Al abrir el diario, vio una nota escandalosa: su esposo había sido demandado por bigamia por una mujer veracruzana, María Teresa Herrejón López. El mundo se le vino abajo.

En un impulso desesperado, tomó el arma —primero para acabar con su vida—, pero antes confrontó al general. Él se burló. Ella disparó.

La noticia conmocionó al país. Una reina de belleza, joven, hermosa, acusada de matar a su esposo. El juicio inició en noviembre del mismo año.

La expectación fue tal que las audiencias se llenaban a diario. A pesar de estar acusada de homicidio, María Teresa acudía impecablemente vestida, con porte y dignidad.

El público no tardó en tomar partido: la veían como una víctima, no como una asesina. Y fue así como, gracias a la presión popular y a la percepción de injusticia, fue exonerada.

Su caso marcó el final de los llamados “juicios populares”, que desde entonces fueron eliminados por no garantizar imparcialidad.

Ya en libertad, la mujer que una vez fuera Miss México eligió una nueva vida: la de la academia. Se formó en Filosofía, Ética e Historia, obtuvo un doctorado y dedicó sus días a enseñar en preparatorias de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Entre sus alumnos estuvieron figuras como Octavio Paz y Jacobo Zabludovsky. Nunca se volvió a casar. A lo largo de los años, comenzó a ser conocida como “la viuda negra”, apodo tan injusto como fascinante, que no borró su legado como intelectual y pionera de una época que aún no estaba lista para mujeres como ella.

María Teresa Landa murió en 1992, tras una vida marcada por la belleza, la tragedia y la reconstrucción. Su historia, aún poco conocida, nos habla de los límites impuestos a las mujeres de su tiempo, del poder del amor —y sus peligros—, y de la fuerza de una mujer que supo transformarse en cada etapa de su vida.

Hoy, más de 90 años después, su nombre merece ser recordado no sólo como la primera Miss México, sino como una mujer que sobrevivió al escándalo, desafió las normas y dejó huella en la historia.


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