Por Eliana Sánchez Cruz
Los Millennials somos todas aquellas personas nacidas entre 1981 y 1995, es decir, personas entre 25 y 39 años. Algunas de sus características más representativas son el apego a la tecnología, a través de cualquier dispositivo móvil, y con ello su constante y frecuente actividad en redes sociales; apasionados de lo que hacen, firmes en sus creencias, viajeros empedernidos, no les gusta comprometer su libertad, en ningún aspecto, de ahí que sean más críticos y menos conformistas, esto influye, incluso, en su decisión para aceptar un empleo.
Aunque son considerados como la generación más preparada, (la mayoría cuenta con un título universitario y además con uno o dos idiomas), les es difícil incorporarse al campo laboral, ya sea porque no encuentran un lugar que se adecúe a sus expectativas económicas y de crecimiento profesional, o porque precisamente los obliga a pasar la mayor parte del día detrás de un monitor sin tiempo para sus pasatiempos, ejercitarse o simplemente estar con su familia, renunciando a su libertad; son el tipo de persona que prefiere seguir desempleado que aceptar un trabajo que nunca les va a gustar.
En la mayoría de los casos, los Millennials son hijos de los Baby boomers (los que tienen más edad de este segmento) o de la Generación X, quienes todavía vivieron el apogeo de los trabajos de oficina bien remunerados para profesionistas titulados, en empresas que ofrecían crecimiento profesional, contrato de planta y una estabilidad económica a través de la seguridad social, donde además de poder adquirir una casa familiar, tenían derecho a jubilarse y a vivir de su pensión durante su vejez.
Todas estas razones los han hecho aferrarse a la idea de que sus hijos también deberían buscar a toda costa incorporarse a grandes empresas, sin embargo, en la actualidad las condiciones laborales han cambiado, ya que los Millennials al ser hijos de la bonanza económica, en muchos de los casos, les fue más fácil estudiar una carrera universitaria, graduarse y titularse, lo que se refleja en una mayor competencia. Ahora hay muchos profesionistas con las mismas características (al menos en la apariencia), por lo que cada vez es más difícil destacar y colocarse en una empresa que pague lo justo por su trabajo.
En su lugar se encuentran trabajos con poca paga y muchas horas atado a una silla, aun cuando se hayan concluido las actividades del día mucho antes, están obligados a cumplir un horario sólo porque sí; o, todo lo contrario, muchos jefes tienen la idea de que sus empleados les han regalado su vida al firmar un contrato, ocasionando que las jornadas laborales se extiendan hasta doce horas o más al día, ¿dónde quedan los pasatiempos y la familia? Y ni hablar de la seguridad social, con las reformas a la ley en nuestro país, muchas pequeñas y medianas empresas la han omitido.
Lo peor del caso es que las horas extra no se ven reflejadas en el sueldo, según datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en 2018, México destacó como el país donde las personas trabajan más horas al año (2,255), pero con el salario más bajo, con tan sólo 16 mil 500 dólares anuales en promedio (OCDE, 2020), aunque esa es solo la realidad para pocos mexicanos afortunados. De los 47 millones de trabajadores en México sólo 4 de cada 100 (3.7%) ganan más de 15,429 pesos mensuales, 29 de cada 100 mexicanos (29.2%) reciben solo 3,080 pesos mensuales, de acuerdo con datos de ENOE (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) en 2019.
Muchos Millennials, profesionistas titulados, se enfrentan cada día a esta problemática, para ellos es decepcionante tener maratones de entrevistas y en todas recibir la misma respuesta cuando se pregunta el sueldo y horario de trabajo, la mayoría ofrece terminar el día a las 7 u 8 de la noche, sin contar horas extra, por un sueldo mensual que va de los 5 mil a los 7 mil pesos mensuales, si bien les va. En la mayoría de los casos no hay oportunidades de crecimiento ni de aumentos y los puestos incluyen, además, actividades que no necesariamente se apegan a la formación académica de las personas, pero que de todas formas se tienen que hacer.
El ritmo de vida actual, la presión social y las mismas necesidades, tanto fisiológicas como de seguridad, recordando la pirámide de Maslow, obligan a los jóvenes a aceptar trabajos que no les gustan, ya sea para adquirir experiencia, para complacer a la familia o para cumplir el tan anhelado deseo de independizarse, sin embargo, como se mencionó, los sueldos son insuficientes como para lograr ese sueño, teniendo que conformarse con aportar a los gastos familiares en casa de sus padres, provocando estrés, ansiedad y decepción entre los Millennials.
Pareciera que nuestro futuro laboral se torna sombrío e incierto, casi ninguno está dispuesto a pasar el resto de sus días viviendo para trabajar, detrás del monitor, viendo la vida pasar, a menos que esa sea su vocación, pero para muchos otros no, ellos no se conforman, se atreven a cuestionar las reglas y a sus propios jefes, aunque eso les cueste el puesto; no por nada nos llaman la generación malcriada. Para ellos el respeto no se gana por jerarquía dentro de la organización, sino con la razón y demostración de verdadero conocimiento. Si no lo encuentran prefieren renunciar antes de seguir en un lugar con el que no comparten los mismos ideales ni valores.
A menudo los Millennials se figuran trotamundos, pareciera que esa es nuestra misión como generación y legado para las generaciones venideras, por ejemplo, la generación Z, quienes ya nos pisan los talones y son los próximos en integrarse a la vida económica como jóvenes adultos, ellos tendrán que enfrentarse a sus propios problemas y seguramente también aportarán desde su mirada, pero quizá se les faciliten un poco más las cosas si nosotros empezamos con el cambio.
La sociedad está colapsando en todos los aspectos, sobre todo en las grandes ciudades; la gente ya no pasa tiempo en su casa porque el poco tiempo libre lo emplean en transportarse, generando estrés y mal humor, sin mencionar la contaminación ambiental y auditiva. No hacen ejercicio por falta de tiempo y energía, aumentando la población con obesidad y problemas de salud provocados por lo mismo. No participan activamente como ciudadanos porque no leen ni se informan, de no ser por los noticiarios que transmiten en televisión (abierta en su mayoría), porque es lo único para lo que tienen ganas después de una larga jornada: llegar a su casa, encender el televisor y apagar su cerebro.
Si las horas de trabajo se redujeran los beneficios serían muchos. Ahora depende de esta generación que el mercado y las organizaciones empiecen a cambiar, y con ello la sociedad, emprendiendo negocios y proyectos que se adapten a las necesidades actuales; hay muchos mercados poco explorados que como generación entendemos y podemos aportar, de esta manera seríamos capaces de plantear nuevos modelos de trabajo porque simplemente los actuales son arcaicos y ya no están funcionando. Sólo hace falta ser perseverante, creer y no rendirse. Es una tarea difícil, pero de granito en granito se llenó la playa.
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