Las miradas multiplican hechos y datos
que se convierten en dura médula
de realidad de los acontecimientos.
El miedo frente a esta opulenta existencia
inhibe preguntar qué esperar o proyectar
y qué sentir en la radiante desesperación.
La revelación divina es una promesa
pero qué sucede con lo que dentro habita
y que reclama su esfera de simbolismo.
¿Cuál es el horizonte del esperar
y hasta dónde alcanzaremos a mirar?
No lo sé pero el espíritu indaga y gime.
Nuestra época ya no se fía de sí misma
y busca elevarse en la profunda humildad
que aún yace en la imagen sin contenido.
Esa es mi alma llana que en su humildad
sueña con lo que fue y vive lo que será
en el disparo de la involución histórica.
Y el miedo al vernos fieles consumidores
rastrea en el interior cortes de una utopía
que se humaniza con el ser que incuba.
Ahora es mi vida destello de ideales
que trazan andamios de alternativas
en el ciclo de nacimiento y glorioso eclipse.
Una perfección persigue mi interior
y se queda en sus contornos y esencias
en la esperanza de tener algún nombre.
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