Trump visita Alligator Alcatraz, el nuevo centro de detención para migrantes en Florida rodeado de caimanes, que tendra una capacidad de 5000 camas.
A los pies de la única pista del viejo Aeropuerto Dade-Collier, en pleno corazón de los Everglades, se alza ahora una fortaleza de lona, metal y remolques conocida como: Alligator Alcatraz.
Rodeada de caimanes, serpientes y un paisaje pantanoso tan inhóspito como aislado, la instalación resume la ofensiva migratoria más dura del presidente Donald Trump: 5000 camas dispuestas a un ritmo vertiginoso—apenas dos semanas de obra—y un coste estimado de 450 millones de dólares anuales que, según han adelantado las autoridades, será “reembolsado” en buena parte por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
Un proyecto pensado para infundir miedo
El emplazamiento no es casual. Quien intente huir encontrará antes un caimán que una carretera. “Solo hay un camino para entrar y la única salida es un vuelo de ida”, sentenció la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, al presentar el centro. El fiscal general de Florida, James Uthmeier cerebro del llamado “plan Everglades” presumiendo la “eficiencia” de un proyecto que, en palabras del gobernador Ron DeSantis, debería servir de “modelo para el resto del país”.
La metáfora carcelaria va más allá del nombre. Trump, fiel a su estilo, se burló en la puerta de la Casa Blanca antes de volar a la inauguración: “Les vamos a enseñar a huir de un caimán. No corran en línea recta, corran en zigzag… Quizá así aumenten sus probabilidades un uno por ciento”. Entre risas y expresiones de complacencia, el mandatario dejó claro que la dureza no solo es logística, sino también simbólica: la amenaza del pantano se convierte en parte del castigo.

Cifras que helarían la sangre
Capacidad: 5000 personas, el mayor centro estatal para inmigrantes del país.
Costo diario por cama: 245 USD, un total que disparará la factura a casi medio millar de millones anuales.
Personal militar: 100 miembros de la Guardia Nacional desplegados para reforzar la seguridad.
Las carpas tipo FEMA, los remolques portátiles y los baños químicos recuerdan más a un campamento de catástrofe natural que a un centro penitenciario estable. La paradoja resulta flagrante: el mismo ente federal que rescata a damnificados por huracanes financiará el confinamiento de miles de migrantes.
Protestas silenciadas entre captores y caimanes
La única ruta de acceso—la Tamiami Trail—amaneció sembrada de patrullas el día de la inauguración. Del otro lado de los controles, centenares de manifestantes blandían pancartas (“Jesús era inmigrante”, “No odio, no miedo”) y alertaban de un campo de concentración “como los de los nazis”. Ambientalistas y comunidades indígenas Miccosukee y Seminole denunciaron la violación de leyes medioambientales y la ruina de un ecosistema que ha costado miles de millones restaurar.
Sin embargo, la Casa Blanca convirtió la polémica en mercancía electoral: gorras de ICE con caimanes, “koozies” para latas y camisetas con la leyenda “Trump ganó” flamearon entre los seguidores del presidente. La lógica es clara: exhibir dureza y ridiculizar al adversario, aun a costa de normalizar la crueldad.

Entre la burla y el castigo
Desde su llegada a Alligator Alcatraz, Trump alabó el “trabajo hermoso” de DeSantis y repitió el mensaje: Florida no puede estar sola, otros estados deben “dar el paso”. La escena sintetiza la estrategia trumpista: convertir la persecución migratoria en espectáculo, militarizarla y envolverla en un humor corrosivo que trivializa el sufrimiento.
Mientras el Senado avanzaba su ley fiscal, que ampliará aún más los fondos para deportaciones y detenciones masivas, el presidente mostraba al país cómo luce el futuro de su agenda: tiendas de campaña en un pantano plagado de depredadores reales, metáfora perfecta de una política diseñada para que el miedo (no la justicia) sea la primera y la última frontera.
En la Florida de los caimanes, el mensaje es tan transparente como las aguas turbias del humedal: si te atreves a cruzar, no solo te espera la cárcel, sino la mofa pública del hombre más poderoso del país. Alligator Alcatraz es, ante todo, un recordatorio de que la política migratoria de Trump no busca gestionar flujos sino exhibir fuerza, castigar la esperanza y ridiculizar al vulnerable.
También podría interesarte:
Trump cancela visas a gobernadores, artistas y políticos mexicanos por nexos criminales