Este lunes se celebra el Día Mundial de la Bicicleta. En abril de 2018, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 3 de junio para realizar esta celebración, después de que lo promoviera la Alianza Mundial de Ciclistas (WCA). Pero este no es el único día que tienen de festejo los amantes de los pedales, ya que también existe, desde 1985, el Día de la Bicicleta, que se celebra el 19 de abril y que tiene una historia muy curiosa detrás.
Aunque no logró un reconocimiento oficial o la ONU decidió otra cosa, en la mitad del mundo el día de la bicicleta es ese 19 de abril. Las dos fechas tienen en común promover el uso de la bici, como forma de conservar buena salud y cuidar el medio ambiente, además de reivindicar el derecho de los ciclistas y darles mayor seguridad de circulación.
Ese día se comenzó a recordar una particular experiencia del químico e intelectual suizo Albert Hofmann, considerado uno de los científicos más importantes del Siglo XX, que vivió la experiencia de realizar dos “viajes” simultáneos, uno en bicicleta y el otro por su experiencia personal mientras estudiaba los efectos del LSD, luego de haber logrado sintetizar la dietilamida de ácido lisérgico.
Hofmann, que comenzó sus trabajos de investigación en 1929, intentaba purificar y sintetizar los componentes activos de plantas medicinales.
El abril de 1943 el científico, que trabajaba en los laboratorios Sandoz (hoy Novartis) de Basilea, ciudad de la que era originario, había decidido experimentar con una variante del ácido lisérgico. Casi sin querer, posiblemente porque lo absorbió a través de la piel una mínima cantidad, sintió «una intoxicación no desagradable». También anotó que veía «imágenes fantásticas, formas extraordinarias con intensos juegos de color caleidoscópico»
El 19 de abril, continuó con el experimento. Esta vez ingirió una cantidad que él consideró mínima, 250 microgramos.
Apenas 40 minutos después anotó en su cuaderno: «Comienzan los efectos. Ligero mareo, sensación de ansiedad, alucinaciones visuales, síntomas de parálisis, deseo de reír».
Pero los efectos continuaron agudizándose y decidió regresar a su casa. Era época de la Segunda Guerra Mundial y Hofmann solía ir en bicicleta de su casa al trabajo, en parte por comodidad y en parte porque el combustible escaseaba y casi no había autos en condiciones ni transporte público.
Hofmann ya estaba preocupado por su estado y ni siquiera lograba seguir apuntando datos en su cuaderno. Acompañado por su ayudante, regresó a su hogar pedaleando. Días después escribiría: «Al volver en bicicleta mi estado empezó a ser peligroso. Todo lo que había en mi campo de visión se movía distorsionado, como si se reflejara en un espejo curvo. También tuve la sensación de no poder moverme, aunque mi asistente me dijo después que habíamos pedaleado a una buena velocidad. Finalmente llegamos a casa sin problemas y solo fui capaz de decir a mi acompañante que llamara al médico y pidiera leche a los vecinos».
El médico que lo atendió solo logró detectar dilatación de las pupilas, pero en sus anotaciones posteriores Hofmann reconoció que la vecina que le llevó un vaso de leche, «ya no era la señora R., sino una bruja malévola con una máscara de colores».
En su informe el científico contó que en los momentos más intensos del experimento, sintió que estaba muriendo, pero que a medida que los efectos se fueron atenuando esto dejó paso a «un sentimiento de felicidad y gratitud». Indicó que al día siguiente «cuando salí al jardín, donde lucía el sol después de haber llovido, todo brillaba con una nueva luz. Parecía como si el mundo estuviese recién creado. Mis sentidos vibraban en un estado de gran sensibilidad que se prolongó todo el día».
Hofmann estuvo convencido que había descubierto un alucinógeno muy potente y que posiblemente podría ser utilizado en medicina psiquiátrica.
Durante años el científico siguió trabajando para establecer usos medicinales del LSD, pero en los 60 se transformó en una droga dura, usada en las calles. «Cuanto más se difundía su uso como alucinógeno, más problemático se volvía», escribió Hofmann.
Hoy el LSD es una droga de las más duras, que produce una fuerte adicción y trastornos de salud severos, que no ha seguido investigándose por los laboratorios y que no tiene uso médico alguno.
Sin embargo, algunas investigaciones indican que Hofmann estaba en buen camino para producir un componente beneficioso para la salud.
Hofmann se sintió decepcionado de que el abuso casual del LSD eclipsara el potencial científico de la droga y murió de un ataque al corazón el 29 de abril de 2008 en su casa de Basilea, en Suiza, a los 102 años.
Sus dos “viajes” del 19 de abril fueron tomados en 1985 como inspiración para declarar esa fecha como el Día Mundial de la Bicicleta.
Thomas Roberts, un profesor de la Universidad de Illinois, promovió ese festejo y rápidamente se impuso en casi todo el mundo.
Sin embargo la ONU, quizás para que no se asocie la bicicleta con el LSD, declaró el 3 de junio como fecha correcta para festejar el uso del vehículo más sano y ecológico que tiene la Humanidad. Aún así, en gran parte del planeta ya está impuesto el recuerdo de Hofmann como día de celebración.
Hoy, cuando en Mendoza se siguen construyendo bicisendas y se intenta darles mayor seguridad a los ciclistas, es bueno recordar a este científico suizo, que tuvo buenas intenciones, por más que en ese memorable viaje se le haya salido la cadena.
Con información de Diario Uno.
Foto de portada: Gervasio Triana