«A mí no me premiaron por las copas que tomé, me premiaron por las cuatro medallas Olímpicas que había ganado en la historia». «Vivir sin querer es una desgracia porque se va a la soledad» .
Hoy recordamos al máximo ganador de medallas olímpicas de México, Joaquín Capilla, hoy cumpliría 91 años de vida, ya que nació el 23 de diciembre de 1928 en la Ciudad de México. Cuentan que en la casa del doctor Alberto Capilla todo era permitido, y decía: “Que salten sus hijos, incluso que vuelen y trepen por los árboles, que se suban a la azotea, que enfrenten el peligro, así, con naturalidad, y que lo venzan…Filosofaba: “Hay que educar a los hijos de tal manera que sepan vencer el miedo, y que sepan vencerlo por ellos mismos, sin ayuda de nadie». Y cuando alguien intentaba convencerlo de lo contrario, replicaba el doctor: “Nada, nada… yo también fui niño y muy travieso”. Trataba, en todo momento, de dominar esa tendencia natural al miedo ante el peligro. Para Capilla, su gran maestro en ejecutar clavados fue Mario Tovar, quien cosecho sendos triunfos tanto en Juegos Centroamericanos como en Juegos Panamericanos.
«A mí no me premiaron por las copas que tomé, me premiaron por las cuatro medallas Olímpicas que había ganado en la historia». «Vivir sin querer es una desgracia porque se va a la soledad», dijo en una entrevista que le realizaron en el periódico Medio Tiempo solo 45 días antes de su muerte.Comentó que era un joven de 12 años que aburrido por ocupar el último lugar en las competencias de natación fue buscado por Mario Tovar e invitado a practicar la disciplina de los clavados para encontrar en ésta, su verdadera vocación, y darle al pueblo de México una de las más grandes satisfacciones a nivel internacional.
Por su constancia Joaquín Capilla, se convertiría, gracias a emular la técnica de los americanos e imponerse con pasión y entrega, en el único atleta y clavadista mexicano en acariciar la máxima gloria Olímpica en la edición de 1956 realizada en Melbourne, Australia, donde en la fosa de clavados retumbó por cada rincón el Himno Nacional y donde la bandera se izó con todos los honores. «Era el primer mexicano que después de 45 años le ganaba a Estados Unidos, nadie le había ganado a Estados Unidos… era histórico» «No todo el mundo tiene la vocación para ser deportista, pues es una cosa que si no se tiene no se puede tener éxito… Yo nadaba por ejemplo, había ocho carriles y agarraba el octavo lugar… si hubiera habido nueve carriles, agarraba el noveno; pues me fui aburrido (porque siempre sacaba el último lugar en natación)».
«Cuando me fui (de la alberca donde entrenaba), me habló por teléfono Mario Tovar, ‘¿cómo sabía mi teléfono y se fijaba en un chamaco de 12 años?’. Me preguntó por qué ya no había ido (a entrenar) y le dije que por la escuela y que ya estaba aburrido de sacar el último lugar, me dijo que por qué no echaba clavados, si me gustaban… Le pregunté que quién me enseñaría y me dijo que él; él se había ido a Estados Unidos y había conocido todo el sistema de los americanos y había filmado en una camarita a Bruce Hanan a Samy Lee, a todos los que destacaban… y empezamos a tomar la técnica de ellos y hasta de cómo caminar en la tabla». «Y así fue como cambiamos de la manera antigüita a la manera tan elegante de sacar los brazos por los lados, ¡una cosa preciosa!, tuve que cambiar la técnica cuando yo conocí por primera vez a los americanos y fue cuando pudimos empezar a tener lugares en las Olimpiadas. «Cuando ve uno que le puede ganar a las personas que están arriba de uno, que los tiene uno idealizados, le da la posibilidad del poder y la fuerza de confiar en sí mismo para poder seguir y así lo hice hasta que llegué y alcancé la Medalla de Oro en 1956 en Melbourne, Australia».
«Es inolvidable, tanto que parece que fuera ayer, fue tan emocionante que se queda grabado y es una cosa increíble lo nos sucedió, de llegar al sueño de poder ser Campeón Olímpico… y sucedió. «Es una cosa preciosa cuando después de que te anuncian ofialmente que eres Campeón Olímpico, vino Abbey Brundish a premiarme porque era el primer mexicano que después de 45 años le ganaba a Estados Unidos, nadie les había ganado a Estados Unidos… era histórico, te suben al podium, me volteo para que anuncien al segundo lugar y me seguían aplaudiendo y me seguían aplaudiendo, me aplaudían como australiano; era una cosa preciosa«, sentenció.
Y fue así como comenzó a relatar su historia, en una entrevista que se convirtió en una amena charla en la intimidad de su hogar; un departamento que lucía visiblemente desalineado por el paso de los años y porque el Señor Capilla dedicaba todas sus energías en cuidar y ayudar a su esposa Carmelita, quien se encuentra paralizada de la cintura para abajo. Los muebles, que en su momento debieron ser la sensación, ya lucían bastante afectados por el polvo, la duela de madera no dejó nunca de rechinar; un espejo roto al fondo y unos cuantos rayos de sol que iluminaban, fueron los grandes compañeros en esta atmósfera de camadería mes y medio antes de su deceso, mismo que dejó en claro que los excesos lo hicieron tocar fondo, perder todos aquellos lujos y comodidades que lo rodearon en su época dorada.
SEXO, DROGAS Y ROCK AND ROLL. Después de varios intentos por consagrarse, Joaquín Capilla, junto con Beto Ávila en el béisbol, Humberto Mariles en ecuestre y el «Ratón» Macías en el box, se convirtió en uno los cuatro ases del deporte mexicano en la época de los 50; fama, fortuna y los cuernos de la luna a su disposición le hicieron crecer unas alas que lo elevaron a los destinos más inhóspitos, tanto que hasta pensó en suicidarse. «Yo me iba a suicidar de esa soledad, me iba a aventar al metro, no donde para sino donde va entrando para que no le diera tiempo de parar, cuando oí una voz dentro de mí que me dijo: ‘¿Si tú te mueres a dónde te vas?’; me hizo Dios meditar y me dio la oportunidad, después de tres años de estar sufriendo, de oír voces y una cosa horrible diabólica que existe, y así me rescató de ahí y me dio una liberación preciosa, me quitó todos los vicios…» Así vivió postrado durante 30 años en las tinieblas del alcoholismo, la drogadicción y la soledad, que lo alejaron de su familia y de los reflectores; un ídolo que se escurría en el olvido del imaginario colectivo pues sus triunfos deportivos pasaron a segundo término.
Pero en el momento más oportuno apareció una voz «celestial» que lo hizo recomponer el camino y lo ayudó a llevar una vida digna hasta su 81 años de edad. «De los errores es de lo que más aprendemos, es esencial conocer que un individuo puede tener el poder de poderse realizar y de poderse reanudar a través de los errores que ha cometido. A mí no me premiaron por las copas que tomé, me premiaron por las cuatro medallas Olímpicas que había ganado en la historia. «Yo tuve 58 años de ser criatura de Dios y hasta hace 22 años recibí a Jesucristo como mi señor y salvador y a los 81 años de edad, pura vida de victoria. Nadie puede tener nada si no baja del cielo», expresó.
Era inconcebible que en México el máximo medallista Olímpico de todos los tiempos con cuatro preseas (Oro en Melbourne, Australia 1956, Plata en Helsinki, Finlandia 1952, dos Bronces en Londres, Inglaterra 1948) y el único que cosechó dos medallas en una sola edición, no tuviera entre sus palmarés el Premio Nacional de Deportes. Pero al César lo que es del César. Fue así como el 4 de septiembre del 2009 Daniel Aceves, Presidente de la Asociación de Olímpicos Mexicanos, propuso a Joaquín Capilla para el PND por su trayectoria como el máximo ganador de preseas Olímpicas de toda la historia en México; galardón que posteriormente le fue entregado por el Presidente Felipe Calderón en noviembre de 2009. «Una cosa verdaderamente inesperada, bien bonita, porque ni nos imaginamos que nos iban a dar el Premio Nacional del Deporte, después de 53 años nos fueron a premiar con el Señor Presidente».
Su adiós de las plataformas se dio en 1968, cuando inauguró la Escuela de Clavados de la Alberca Olímpica y luego de cuatro años de arrastrar problemas en un tímpano que se le había reventado en la Feria Mundial de Nueva York. Pero el sábado 8 de mayo Joaquín Capilla se preparó para escalar por última vez hacia la plataforma de 10 metros, recorrer hasta el borde y extender los brazos; lanzarse al inmeso azul celestial y emigrar del mundo de los vivos, llevándose en los hombros una historia de éxitos y sinsabores, dejando un legado trascendental para las nuevas generaciones de clavadistas que al igual que él, buscan acariciar la gloria deportiva. Esta entrevista es en honor al más grande clavadista que ha tenido México.
Y así fue el anunció de la muerte del máximo ganador de preseas olímpicas en la historia del deporte mexicano con una de oro, una de plata y dos bronces, en sus participaciones de los Juegos Olímpicos, Londres ’48, Helsinki ’52 y Melbourne ’56, murió el sábado 8 de mayo de 2010 por la noche, víctima de un infarto al miocardio.Gloria en la historia del deporte mexicano, no sólo destacó en Juegos Olímpicos, también tuvo brillante participación en Juegos Centroamericanos, donde siguió cosechando metales dorados, en 1950, en la ciudad de Guatemala ganó oro en plataforma y trampolín y en 1954, en la ciudad de México se llevó nuevamente el oro en plataforma y oro en trampolín.De igual forma participó en Juegos Panamenos, donde en 1951 (Argentina) ganó oro en trampolín y plataforma y en 1955 en México, se alzó con dos oros en plataforma.
En el 2009, fue reconocido de forma especial como ganador del Premio Nacional del Deporte, por su trayectoria deportiva. Tras ser propuesto por la Asociación Mexicana de Medallistas Olímpicos. En Londres 1948 ganó la medalla de bronce en la plataforma, convirtiéndose en el primer clavadista latinoamericano en ascender al podio de la magna justa.Posteriormente, en la primera edición de los Juegos Panamericanos de Buenos Aires, Argentina, en 1951, se convirtió en campeón continental, al llevarse la presea de oro.
En 1952, en los Juegos Olímpicos de Helsinki logró la medalla de plata en la plataforma, mientras que en el trampolín de 3 metros terminó en cuarto sitio. Para los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, se proclamó campeón olímpico en la plataforma de 10 metros y ascendió por primera vez al podio del trampolín de tres metros, al lograr la presea de bronce.
Además de ser el máximo medallista olímpico mexicano, en el gremio mundial de los clavados, es el tercer saltador con más preseas olímpicas, detrás de los estadounidenses Greg Louganis (cinco) y Pat McCormik (cuatro). Al momento de su deceso estaba acompañado de su esposa Carmen, quien fue la encargada de informar de la muerte del deportista. Joaquín Capilla, escribió su nombre en la historia de la natación mundial y olímpica, por sus logros como seleccionado nacional mexicano de clavados. Toda una exitosa trayectoria deportiva y supo vencer el miedo a las alturas, ya que su padre fue su gran impulsor.
Capilla, el multimedallista nos da un excelente momento de reflexión, pues reconoce que tuvo un solo tropezón en su vida: Y dice entonces: “Había aprendido a ser campeón, a ser medallista, a ganar, para ello seguí muchos consejos. Sin embargo, núnca se me acercó a mí, alguien que me previniera, que me hiciera ver que igual debía de prepararme para enfrentarme a la vida en cuanto terminase mi carrera deportiva. Y me pasó lo que a muchos cuando llegan de novatos a campeones, y la fama los envuelve, hasta perderlos».
«Esto no es fácil de entender, pero la verdad me deslumbré porque no estaba preparado para el mundo irreal de la gloria. No estaba maduro, me volví altivo, soberbio, egocéntrico. Nada me merecía, empecé a ser rechazado y entonces me dio por beber. Y ahí acabé con todo. Caí en la penosa enfermedad del alcoholismo que me afectó física, mental y espiritualmente».
«Perdí todo; mi prestigio, mi dignidad, el respeto de los demás, mi familia, mi matrimonio; abandoné a mi esposa y a mi hija. Los periódicos ya no hablaban del campeón olímpico, sino del borrachazo de Capilla».
Y si Joaquín, recorrió en doce años el camino a una medalla olímpica de oro, le tomó trece transitar por el sendero del vicio hasta llegar a su liberación. Descanse en paz, un gran clavadista mexicano.