Lo vi hace tres días. Un multicolor dibujándose extendido en el firmamento, entre un sol discreto y bañado de aquellas gotas de niñez donde todo aparece como abrazos y besos y juegos caídos del cielo que nos llenaban las estrellas.
Un ramillete eidético me apareció frente a las quimeras de mis ojos y el velo, titubeante y celoso, con perpetuos movimientos de niñez y risas recortadas en el templo, dejó ver tu tierra y las anclas profundas hacia esa corporeidad desconocida que levantas y esparces cada vez que elevas la mirada.
¡Pero no era real, sino esa irrealidad vertida desde aquel multicolor como mundo!
Aun así, era más intensa la imagen falsa cuyos detalles inexistentes jamás alcanzados dejaban al descubierto la silueta, el cabello inexpugnable, las cornisas latentes como poros, el cuerpo para el arar proyectado sobre la tierra preparada para el amar, los vestigios del sudor dispuestos para crecer la naturaleza contra los bosques que escuecen la pernocta de la piel, aquellos olores que hacen el rocío inexistente del alba frente a todo amanecer que se hunde entre cuevas y eyaculaciones volcánicas.
¡Todo preparado desde el cielo para el festejo anual reflejado en la tierra como sustancia!
¡Todo preparado desde esta isla que acelera la falsa bóveda del cielo prendido al tornasol que cubres!
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