Ahí estaba Yamile, grabando lo que pocos quieren ver, pero que muchas conocemos bien: la VIOLENCIA DISFRAZADA DE LEGALIDAD.
Resulta que su exmarido y su cuñado orquestaron un fraudulento juicio civil, un embargo despiadado y voilà: Yamile y sus hijos a la calle.
Es curioso cómo, en el primer round de este drama, con el video donde Yamile documentó el desalojo, las redes se llenaron de comentarios lamentables y misóginos: “¿Qué habrá hecho ella?”, “Si la casa era del hermano del exmarido, están en su derecho”, “Seguro que algo escondía”.
No importa el contexto, no importa la historia. La culpa siempre va a recaer en nosotras. Si tu ex cuñado te desaloja, seguro es porque hiciste algo mal, que importan los niños.
Pero entonces Yamile salió a contar los detalles: la casa no era del hermano, sino del exmarido. Entonces, ¿por qué el cuñado sale al quite en esta trama tan maquiavélica? Ah, amigas, porque cuando los hombres deciden que ya no les sirves, son capaces de cualquier cosa para sacarte del camino, aunque eso implique hacer uso del sistema legal para disfrazar su violencia de “legitimidad”.
Y aquí es donde entramos al terreno pantanoso de la violencia vicaria: esa maravilla patriarcal que usa a los hijos como armas de control y castigo.
Porque no nos engañemos, este desalojo no es una simple cuestión de propiedad. No es solo un asunto de papeles y firmas. Es una forma de castigar a una mujer que tal vez, en algún momento, decidió ponerle fin a una relación, que se atrevió a vivir sin él.
Y como buen macho herido, el exmarido se las ingenió para hacerle la vida imposible. ¿Cómo? Amenazando con quitarle a los hijos, usando una deuda fabricada para embargar la casa, haciéndola pasar por la humillación de ser sacada a la fuerza del único hogar que sus hijos conocían.
Es indignante, por no decir grotesco, que en pleno 2024 sigamos viendo este tipo de violencia y que, para colmo, muchas personas sigan justificando a los hombres detrás de estos actos.
Porque claro, si el cuñado tenía “derecho legal”, entonces todo está bien, ¿verdad? ¡Por supuesto que no! Una cosa es lo legal y otra muy distinta es lo justo y lo moral.
Y aquí no estamos hablando solo de leyes, estamos hablando de humanidad, de empatía, de niños pequeños que no entienden por qué de un día para otro están metiendo su vida en bolsas de basura.
El desalojo de Yamile no sólo es una cuestión de papeles firmados por un juez, es un ejemplo perfecto de cómo el sistema patriarcal se las arregla para darle a los hombres las herramientas necesarias para seguir ejerciendo control sobre nosotras. No importa que ya no estén juntos, no importa que haya una orden de restricción.
Él sigue controlando su vida. Porque, ¿cómo llamamos a que te sigan los movimientos con el GPS de tu camioneta, a que te amenacen con quitarte a tus hijos, a que te dejen en la calle con lo puesto? Pues todos esos, son horrores que la madre dijo vivir.
Y por si fuera poco, tenemos al cuñado, un personaje salido de las peores pesadillas feministas, que decidió ser cómplice de esta trama oscura.
¿Dónde quedaron los valores humanos básicos? ¿Cómo puede alguien prestar su nombre para desalojar a tres niños de su casa? Aquí no sólo estamos hablando de la falta de empatía de un exmarido rencoroso, sino de toda una estructura que permitió que este circo legal ocurriera, dejando a Yamile sin hogar y a sus hijos sin protección.
¿Y saben qué es lo peor? Que hoy, aunque Yamile ya se atrevió a contar su historia de violencia de hace más de siete años, todavía hay unos cuantos que siguen pensando que es su culpa porque ella se casó con él.