Un viejo me dijo alguna vez:
hay mundos que son lo que son.
En mi mundo no hay míseros
pues la absoluta ignorancia nos blinda.
En mi mundo las gaviotas ahuyentan
por la noche los recuerdos.
En mi mundo las mañanas al nublar
corazones les retrasan su huida.
En mi mundo los relojes caminan
para absorber telarañas del tiempo.
En mi mundo se proyectan los juegos
para evitar que las trampas resuenen.
En mi mundo cada espía se ausenta
y deja plantado un sol para el mundo.
En mi mundo el amor yace en la piel
y lo eleva al paraíso como agua.
En mi mundo sí se encuentra el abuelo
en cuya alma mi poema tiene fe.
Ya se alejan de mi mundo las alas
que me pusieron inerme y con carnes.
Así colapsan los dos: uno muerto
y otro en cuenca de ojos que renacen.
